La batalla por el Impuesto a las
Ganancias transcurrió y finalizó con varios desnudos simultáneos. Cada uno de
esos desnudos exhibió diferencias, en parte de formas, pero sobre todo de
fondo.
Para
el gobierno, el desnudo quedó dividido en dos secuencias. Por la primera
demostró impericia política en un nivel alarmante. Por la segunda, mostró que
fue posible encarrilar las cosas cuando decidió actuar con coraje.
Lo
primero, la impericia, se repite en demasía. Lo segundo fue un soplo de aire
fresco, elemento que de momento no abunda.
Nadie
ignora que la secuencia que desarrolló el gobierno frente al tema fue una
película de terror que solo finalizó con el citado rapto de coraje.
Enviar
un proyecto de ley al Congreso sobre un tema tan sensible como los descuentos a
los trabajadores en relación de dependencia por el Impuesto a las Ganancias,
sin previo acuerdo con, al menos, una parte mayoritaria de la oposición y con
los sindicatos, supera la temeridad y se asemeja a la inconciencia.
No
operan allí las redes sociales, ni el diálogo directo, sino los factores de
poder con los que hay que negociar, más aún cuando no se cuenta con mayorías
legislativas propias.
Vale
la pena recordar otras impericias del gobierno.
La de la designación de los
jueces de la Suprema Corte por decreto presidencial, para finalmente dar marcha
atrás y acatar la regla constitucional de los nombramientos tras los acuerdos
senatoriales.
La de la elusión de las
audiencias públicas para los incrementos de las tarifas de luz y gas. Finalmente
debieron hacerse y la consecuencia, entre otras, fue que los aumentos
resultaron absolutamente insuficientes para evitar dejar atrás los subsidios
del kirchnerismo.
La del protocolo “antipiquetes”
que jamás se puso en práctica y que motiva la sorna y el enojo de quienes se
ven impedidos de circular, en particular por la ciudad de Buenos Aires, con el
agravante del reparto de fondos públicos entre las organizaciones “sociales”
min entras los cortes de calles continúan.
La de la tardanza en resolver la
situación de los jueces K mediante la paralización del funcionamiento del
Consejo de la Magistratura que determina que ninguno de los corruptos del
gobierno anterior haya sido sometido a juicio, con la recientísima excepción de
Milagro Sala.
La de la reforma política que
resultó sepultada por el peronismo feudal de algunas provincias cuando el
gobierno cayó en la ingenuidad de creer que negociaba con políticos éticos.
Sí, claro, es bueno reconocer
errores y enmendarlos. Solo que siempre existe la posibilidad de evitarlos.
Con todo, esta vez, la de
Ganancias, el gobierno demostró carácter. Tarde, pero carácter al fin. Y más
vale tarde que nunca.
Tras la increíble pifia
–increíble por lo grave, no por lo repetida- de la vicepresidente Gabriela
Michetti que acorraló al gobierno a cargar con todo el peso de un veto
presidencial, el presidente Macri optó por tomar el toro por las astas.
Los costos lo iban a pagar los
gobiernos provinciales que pretendiesen mirar para otro lado a la hora de votar
en el Senado.
No hizo falta más, el peronismo
que gobierna provincias y municipios rápidamente entendió el mensaje y se hizo
cargo.
El producto final fue una ley que
recarga el costo fiscal pero lejos, muy lejos del irrealista proyecto conjunto
del massismo y el kirchnerismo.
Los tres peronismos
Como
nunca el peronismo dejó al desnudo su balcanización.
Empezó
todo al revés. Fue con el oportunismo que le suele ser común cuando el
peronismo olfatea poder.
Entonces,
sin pruritos, ni sonrojos, el massismo y el kirchnerismo se juntaron para
jaquear al gobierno con una demagógica reforma del Impuesto a las Ganancias que
lisa y llanamente desfinanciaba al Estado. En otras palabras, que nos devolvía
la hiperinflación.
Que
los k intenten un incendio generalizado a nadie llama la atención. En cambio,
el oportunismo de Massa fue tan extremo que resultó cruel.
Massa
reafirmó que es atrevido, oportunista, ansioso, desmedido, irresponsable y no
confiable. Para el gobierno. Para quienes lo secundan. Y, sobre todo, para la
ciudadanía. Pasó de la nada al todo o viceversa sin solución de continuidad.
A
su lado, se alinearon los K, con Máximo Kirchner como poder y con Axel Kicillof
como “técnico”.
Si
miles de personas de ingresos medios pagan impuesto a las Ganancias, se debe a
que el tándem Cristina Kirchner-Kicillof mantuvo inalterados, pese a la
creciente inflación, durante años los mínimos no imponibles.
Con
un cinismo propio de quienes abjuran de la ética. Kicillof y los suyos
planteaban ahora una actualización desmedida. Quienes vaciaban los bolsillos de
los trabajadores en blanco cuando estaban en el gobierno, ahora buscaban lo
contrario. La cara por demás dura.
En
el medio de tanto oportunismo y cinismo se alzó la figura del senador por Río
Negro, Miguel Angel Pichetto. No fue una excepción, solo que su amnesia
temporal resultó útil, muy útil para recuperar la sensatez.
Es
Pichetto, sin dudas, el peronista que la “tiene más clara”. Es quién no rifa
poder. Y ahora poder, dentro del peronismo, significa gobernadores y CGT. El
resto es pura “cháchara”.
Fue
el quién enderezó la situación. Había que votar, no vetar. Y había que votar
bien. Con una relativa actualización de los mínimos que no alterara en demasía
el ya abultado déficit fiscal.
Y
así se hizo. El gobierno respiró aliviado, aunque el gasto público continúa
creciendo. El peronismo del poder ganó espacios. El massismo quedó en evidencia
y el kirchnerismo avanzò en su camino de sectarización.
Corrupción
Es
el punto donde la mayoría del país converge. Y es el mejor y mayor argumento de
Cambiemos para ganar las elecciones del año próximo.
Es
que, a esta altura, ya nadie duda que kirchnerismo y corrupción resultan
sinónimos. Cuando lo expresábamos hace ya dos lustros, eran pocos, muy pocos,
quienes compartían el concepto. Hoy son pocos quienes no lo comparten.
El
último episodio de esta zaga interminable de desfalcos al Estado y a la
confianza pública viene de Brasil. De la empresa constructora y petroquímica
Oderbrecht, la tercera por tamaño del mundo en el primero de los rubros.
Odebrecht
“coimeaba” a gran parte de los gobernantes de la región y del África de habla
portuguesa.
Por
supuesto que su mayor centro de negocios impresentables estaba en Brasil, en su
lugar de origen. Allí, el expresidente Lula no paraba de fotografiarse con los
ejecutivos de la empresa, en particular con el hijo del fundador, hoy preso en
Brasil.
En
la Argentina, el pago de “coimas” totalizó, al menos hasta aquí confiesa la
propia dirección de la empresa, 35 millones de dólares. ¿Quién los cobró? Pregunta
del millón.
Seguro
que no fue la oposición de aquel entonces. Nadie paga a la oposición. Las
coimas sirvieron para que la empresa resultara adjudicataria de ocho
millonarias licitaciones entre el 2005 y el 2013. Justo, los años felices de
los k. Entre esas adjudicaciones figura el soterramiento del ferrocarril
Sarmiento, obtenida en el año 2013.
Obviamente
no fue la justicia argentina la que destapó el asunto. Fue la “imperialista”
justicia de los Estados Unidos, junto con la de Suiza y la de Brasil.
¿Cuál
fue la respuesta de la justicia argentina? Hasta ahora, una investigación, con
embargo de bienes, con un primo de Néstor Kirchner, de nombre Carlos. Obvio,
todo queda en familia.
Este
muchacho, Carlos, como todos los Kirchner exhibe un crecimiento patrimonial
exponencial y todo lo hizo con una pequeña pinturería –venta de pinturas- de
Río Gallegos. Sí, no hay dudas, existe gente sumamente exitosa, aun vendiendo
pinturas.
¿Qué
cargo desempeñaba? ¡Bingo! Adivinó… Subsecretario de Coordinación de Obras
Públicas. Cargo que antes de Carlos Kirchner, no existía. Y ¿Quién era su
superior? ¡Doble bingo! Adivinó también: el ex ministro y actual diputado Julio
De Vido.
¡Cuánta
voracidad!
Sala
Pero
el relato es el relato. Sobre todo si de discriminación positiva se habla.
La
peor categoría de ciudadanos que intentan “escalafonar”–y lo logran bastante-
todos los populistas disfrazados de progresistas –aunque los únicos que
progresan sean ellos- es la de hombres adultos con orientación heterosexual.
Es
lo peor de lo peor. Solo merecen trabajar mucho y pagar muchísimos más
impuestos para constituir la base de sustentación del resto.
Un
escalón más arriba se ubican las mujeres adultas también con orientación
heterosexual, a las que se les obliga a trabajar igual que a los hombres, pagar
impuestos como ellos, pero a las que se las reivindica políticamente con el
cupo en las listas de representantes. Ayer, un tercio; hoy, la mitad; mañana,
Dios dirá.
Sí
claro, es el “engañapichanga” para la continuidad política familiar. Se trata
del cupo para la esposa del…. O la hija de…. O la hermana del…. Más aún a
medida que se limitan las reelecciones. Bueno, todo el mundo sabe que hecha la
ley, hecha la trampa.
Ya
si la orientación sexual es otra, trans, gay, lesbiana o lo que fuese, aumenta
un peldaño en la escala de la discriminación positiva. Entonces, ya es factible
cortar calles y hasta pedir subsidios porque se trata de “minorías a las que no
se le reconocen los derechos” ¿Y el “matrimonio igualitario”? Eso fue hace
mucho.
Ni
que hablar si se es “villero”, “piquetero” o miembro de alguna “organización
social”. Entonces estamos para todo. O mejor dicho, para recibir y recibir y
recibir, a cambio de… nada. NI siquiera de no cortar más las calles.
No
se trata no solo de no trabajar, sino de impedir además que otros lo hagan. Las
víctimas perderán presentismos y premios por productividad, pero eso sí, a
pagar religiosamente los impuestos para atender los miles de planes que el
Estado acuerda repartir con las dirigencias del “piquete”… que les impide ir a
trabajar.
Pero
si además de todo, y con independencia de la orientación sexual, se es morocha
y colla –nótese el empleo del femenino- entonces no solo es posible violar la
ley, amenazar, dar palizas, amedrentar, apropiarse de dinero público, etcétera,
etcétera, sino que se asegura una impunidad absoluta porque, cualquier otra
cosa, significa violar los derechos humanos de la morocha y colla que solo
violó la ley, que solo amenazó, que solo amedrentó, que solo repartió palizas y
que solo se apropió de dinero público.
Y
como si eso fuese poco. Aparecen una serie de energúmenos que cobran sueldos
del erario público a más de mil kilómetros de distancia de Jujuy para provocar
a la policía jujeña y luego, tan cobardes como siempre, victimarse porque
recibieron un coscorrón.
No.
No la juzgan por negra, ni por colla, sino por “chorra”.
Aerolíneas
Quizás
el ejemplo más claro de dos verdades de Perogrullo.
La
primera, no se puede acordar con los K. No persiguen otro objetivo que su
propio beneficio. La segunda, no se debe convertir quién los debe enfrentar en
su vocero.
Digámoslo
con todas las letras: difícilmente Aerolíneas Argentinas logre ser una empresa
rentable sino reduce considerablemente sus costos de funcionamiento. En
particular, el costo de aguantar a 800 militantes k que solo se dedican a
alentar huelgas y a procurar un mal funcionamiento de la empresa.
Dicen
algunos que los países serios cuentan siempre con una línea de bandera. No es
así. No la posee Estados Unidos, ni Canadá. Bélgica y Suiza dejaron de tenerla.
Pero
más allá de cuanto ellos hagan, no es la línea de bandera la que hace a un país
serio, sino un país serio el que hace a la línea de bandera.
Gracias
a los K y a la gestión de Mariano Recalde, Aerolíneas Argentina pierde dos
millones de dólares por día. Que pagamos todos. Los que usan aviones siempre.
Los que los usan de vez en cuando. Los que nunca los usan y los que parece que
jamás los usarán.
¿Entonces?
Entonces, política de cielos abiertos. Competencia para todo el mundo y que
subsistan los mejores.
* Periodista y Militante Radical en CAMBIEMOS.
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