¿Imaginar que
Cristina Kirchner y sus adláteres, algunos muy recientes, persiguen la caída
del gobierno de Mauricio Macri y Cambiemos, resulta peregrino?Para nada. Sobran elementos para
afirmarlo. Antes que nada porque no son pocos los corruptos K que ya están
presos, aunque sea de manera preventiva, y cuya única chance de evitar un
juicio como acusados y una condena inevitable ante tanta tropelía, surge de un
cambio de gobierno.
En otras palabras, de un
derrocamiento del gobierno elegido y refrendado recientemente en las urnas que
posibilite un retorno al encajonamiento de expedientes, a la dilación de la
recopilación de pruebas, a los sobreseimientos apresurados, al retorno de la pseudo
Justicia Legítima.
La inminente salida de la
procuradora General de la Nación, Alejandra GilsCarbó, hecho que acontecerá el
próximo 31 de diciembre, desarmó la pieza principal de la garantía de impunidad
con que contaban los K para evadir su comparecencia ante los tribunales.
Ahora se trata de voltear al
gobierno. Es que aguardar dos años para concurrir a una elección presidencial
que difícilmente los favorezca, resulta un alto riesgo para todos ellos, con la
propia Cristina Kirchner a la cabeza.
De allí que los disturbios del
jueves pasado no resulten un hecho aislado. Forman parte de una escalada cuyo
objetivo es la renuncia del presidente y, sobre todo, la “negociación” de la
impunidad perdida.
Nadie con una mirada objetiva
puede imaginar que los disturbios fueron protagonizados por los jubilados que
reclamaban ante una virtual pérdida en los mecanismos de ajuste de sus
ingresos.
No existen los jubilados que
rompen baldosas para convertirlas en proyectiles, ni los que incendian
contenedores de basura, ni los que atacan a las fuerzas de seguridad, ni los
que toman las calles, ni los que se tapan la cara, ni los que “combaten” con el
torso desnudo.
Sí, en cambio, como cualquiera
puede imaginar, la descripción corresponde, con exactitud, a la de una barra
brava, es decir, la fuerza de choque que utiliza el conjunto de la dirigencia
argentina que descree de las instituciones cuando no le resultan favorables.
Es la vieja concepción fascista
de la utilización de la violencia como método de acción política. Herencia de
la cual nunca se desprendió el peronismo, en particular el sindical, ahora
reciclada por el setentismo vigente.
De allí que conviene alertar
sobre la pretendida objetividad de quienes critican el accionar de las fuerzas
de seguridad, como represión excesiva frente “al pueblo trabajador que posee el
derecho de manifestarse”.
Se trata solo de una nueva
página del interminable libro del relato a que nos tienen acostumbrados.
Primero, porque el país se expresa a través de las urnas y las urnas fueron
mucho más contundentes que de costumbre.
Segundo porque detrás de la
“sacrosanta” protesta social, se esconde no solo el pasaporte a la violencia,
sino la vulneración de los derechos de cada uno de los componentes de la amplia
mayoría que “solo” pretende trabajar, producir, estudiar, investigar, enseñar,
aprender, circular, vivir.
La discusión sobre las
jubilaciones es tan válida como cualquier otra. Y debe darse… dentro de los
recintos donde son sancionadas las leyes.
El gobierno debe tomar conciencia
de su necesidad de dar la batalla cultural. No es menor. No es desdeñable. Si
no lo hace, resultará perdidoso frente al relato que impone el kirchnerismo, en
particular, y el resto del peronismo en general.
¿O alguien de dicho conglomerado
condenó el accionar de los barras bravas y las patotas?
Un silencio por demás elocuente.
Defensa
Rápidamente, el gobierno convocó
a las encuestadoras contratadas para conocer cuál fue el resultado en la
opinión pública sobre los hechos del jueves.
Es su reacción habitual ante
cualquier alteración de importancia de la marcha de los acontecimientos. Más
aún cuando, aunque se lo exprese “soto voce”, nadie ignora que se trató de una
batalla perdida: la ley no fue sancionada. La primera batalla perdida, tras varios
meses de éxitos en continuado.
Y es también una de las reacciones clásicas
que impide presagiar otros daños cuando se avecinan. Las encuestas pueden ser
muy útiles –aunque no siempre- para indagar sobre la impresión de la
ciudadanía. No para direccionar el accionar de un gobierno.
Es que difícilmente, los
resultados de las compulsas hablen de cuestiones de Estado. De la organización
o reorganización del Poder Judicial. De la política exterior. De la
organización nacional. De las leyes electorales.
Nunca hablaron del problema
indígena, ni de la defensa nacional. Pero ambas cuestiones saltaron a la luz
como consecuencia de acontecimientos que merecieron el interés informativo y
pusieron en jaque al andamiaje gubernamental.
Ni la una, ni la otra, de momento
presentan planificaciones para solucionar los conflictos.
Desde la defensa nacional, la
desaparición del submarino ARA San Juan puso en evidencia la desarticulación
que impera sobre la materia: un presupuesto acotado que solo sirve para pagar salarios
de una oficialidad sobrante –debido precisamente a la falta de presupuesto- con
poco entrenamiento y con material obsoleto.
Recientemente, el único avión
Hércules C-130, con que cuenta el país, y que fue recientemente reparado,
sufrió un desperfecto en sus frenos que lo obligó a no posarse en una base
antártica y retornar al continente donde padeció averías en el aterrizaje.
El Hércules transportaba
tambores con combustible, destinados a aprovisionar a las bases antárticas.
Otro incidente más en la cadena, poco conocida, de roturas por desgaste de materiales y de reparaciones de dudosa valía.
Faltan solo tres días para que
comience la campaña antártica, una de las pocas misiones con que cuentan las
Fuerzas Armadas, en particular, la Armada nacional.
Nadie, a ciencia cierta, apuesta
a que se lleve a cabo. Al menos sin sobresaltos.
Es más, los sobresaltos ya
comenzaron. Las decisiones de la cúpula sobre el alejamiento de varios jefes de
la Armada trajo como consecuencia la urgencia en cambiar de jefe de Estado
Mayor. Fue el despido del almirante
Marcelo Srur. Para calmar las aguas, el ministro Oscar Aguad pasó a retiro a
Srur.
Es que la crisis no es menor.
Los cuatro contraalmirantes que pidieron el pase a retiro son los jefes de la
Infantería de Marina, de la Aviación Naval, de la Flota, y de Mantenimiento. En
la práctica, toda la Armada.
De todas formas, si las crisis resulta
interpretada como una “interna de la Armada”, debemos prepararnos para afrontar
otros momentos dramáticos en el seno de las Fuerzas Armadas.
Porque no es una interna entre
oficiales de distintas camadas, sino una cuestión de fondo sobre la existencia
o no de una defensa nacional.
Multilateralismo
Muchas eran las esperanzas
depositadas por el presidente Macri sobre la posibilidad de arribar a un
acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur –algo que, por
supuesto, tampoco figura en las encuestas, pero hace al Estado- en ocasión de
la celebración de la XI Conferencia Ministerial de la Organización Mundial de
Comercio (OMC), en Buenos Aires.
El presidente imaginaba un rol
de mayor alcance como líder regional si dicho acuerdo era alcanzado.
No fue así. Otra vez las
negociaciones fracasaron aunque se las pretenda tildar de “avances
significativos”. Y fracasaron por el problema de siempre. Un problema que ya
lleva veinte años de antigüedad, aunque en rigor se extiende hasta la década
del 60.
Se trata, ni más, ni menos, de
las trabas al ingreso de productos agrícolas al mercado europeo. Ya no es una
mera cuestión arancelaria, sino una descarada cuotificación que impide el
acceso de una producción más eficiente cuyos precios son por demás
competitivos.
El problema radica,
centralmente, en Francia. Y no se trata de una simple cuestión comercial. Para
Francia, la agricultura forma parte de una política de Estado en materia de
demografía. El país galo mantendrá –a diferencia del Reino Unido- el modo de
vida rural de más de dos millones de agricultores franceses.
Como la cuestión comercial
agrícola es competencia de la Unión Europea, a través del PAC, Programa
Agropecuario Comunitario, Francia impide –a través de su influencia no menor-
la apertura del resto de Europa a las exportaciones de productos primarios
provenientes, en este caso, del Mercosur, aunque también de otros grandes
productores como Australia, Nueva Zelandia o los países del África Meridional.
De momento, pues, el acuerdo fue
postergado para… fines del 2018. Una postergación que se suma a un sinfín de
postergaciones.
El acuerdo con la Unión Europea
resultaba para el gobierno más importante que la cumbre ministerial de la OMC,
que resultó otro fracaso, no del gobierno, sino del multilateralismo.
No se logró nada. Como dijo la
comisaria de Comercio de la Unión Europea, bastante más enfática que la organizadora
Susana Malcorra, “no hay resultados, no hay nada, ni siquiera pudimos acordar
la reducción de los subsidios a la pesca ilegal”.
Más allá de la pesca o de los
productos informáticos, el final sin resultado de la OMC fue un trino de
canarios cantores para los oídos del enemigo número uno del multilateralismo,
el presidente norteamericano Donald Trump.
Es más, resulta difícil
determinar si la carencia de resultados fue producto de miradas disímiles o si
fue consecuencia de un “desensillar hasta que aclare”, es decir hasta que el
proteccionismo deje de enseñorearse en los Estados Unidos.
Ocurre que es muy difícil
imaginar aperturas y globalización, cuando un proteccionista –y en alguna
medida, xenófobo- gobierna a la principal potencia del mundo que acapara gran
parte del comercio internacional.
Internacionales
El presidente de los Estados
Unidos acaba de perder, dado su apoyo explícito y significativo al candidato
republicano, una elección complementaria en el estado sureño de Alabama ¿Fue un
toque de alerta? ¿Es el principio de una caída? ¿Solo vale localmente?
Difícil de interpretar, lo
cierto es que el presidente Trump, lejos de amilanarse, avanza con su visión
personalista del mundo y su compromiso “nacionalista” en materia económica.
De esa visión personalista surge
el reconocimiento de la ciudad de Jerusalén como capital del Estado de Israel,
creado en 1948 por decisión de las Naciones Unidas con la partición de la
Palestina geográfica, en un estado árabe y otro judío.
En rigor, y más allá del
“relato” actualizado, la visión de un Jerusalén como capital israelí es
reciente. Al menos la visión de toda Jerusalén. Para los creadores del Estado,
siempre se trató como máximo de la Jerusalén occidental –de reciente creación-
y, a lo sumo, del barrio judío de Jerusalén oriental.
Tras la guerra de los Seis Días
en 1967, Israel anexionó –en la práctica, primero, y por ley después- toda la
ciudad a su jurisdicción.
La decisión de Trump rompe con
la tradición norteamericana de mantenerse fiel a la resolución original de
Naciones Unidas, de dos estados más una Jerusalén internacionalizada como lugar
sagrado para las tres religiones monoteístas: el judaísmo, el cristianismo y el
islam.
El resultado, como no podía ser
otro, es una convulsión en Medio Oriente, en particular, entre aquellos que
adhieren a un extremismo religioso, muy presente en la región.
Pero es más que nada una actitud
irresponsable puesto que, más allá del reconocimiento de Israel, no plantea
ningún plan de paz. Como tal, el gesto parece dictado por un “espasmo” que como
producto de una política medular digna de la primera potencia mundial.
Con salvedad de las distancias,
el ejemplo del presidente Trump, cunde. Hoy por hoy, el conjunto de xenofobia,
chauvinismo, proteccionismo y populismo, avanza por doquier.
Así, en Austria, un demasiado
joven político conservador exitoso y ambicioso, acaba de coronar su sueño de
primer ministro más joven de la historia europea, a los 31 años.
Claro que para ello,
SebastianKurz –de él se trata- debió formar gobierno con el jefe de la
ultraderecha Heinz-Christian Strache ¿Qué entregó? Los ministerios del
Interior, de Defensa, de Relaciones Exteriores, de Transportes y de Salud.
Un nuevo avance de quienes no
aceptan la integración. No son pocos. Por estos días, sesionan en Praga,
República Checa.
En las últimas elecciones
europeas, todas las formaciones tradicionales –conservadores, socialistas,
liberales- perdieron bancas. Entre quienes ganaron, sobresale la extrema
derecha.
Sus grupos políticos ya son
significativos en Suiza, con 29 por ciento de los votos; en Austria con el 26%;
en Hungría con el 20,5%;%; en Noruega, con el 15,7%;en Dinamarca, con el 13,9%;
en Alemania, con el 13,9 por ciento; en Francia, con el 13,6%;en Holanda, con
el 13,5%; en Rusia, con 13,1%; en Suecia, con 12,7% y en el Reino Unidos, con
el 12,6%.
* Periodista y Militante Radical en CAMBIEMOS.
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