Un fallo judicial, controvertido en
términos políticos, pero inobjetable en materia jurídica,
retrotrajo la Argentina cuatro décadas al plantear una discusión
que poco y nada tiene que ver con la realidad que atraviesa el país.
Fue un “revival” donde todo se
mezcló y todos pugnaron por mostrarse como inocentes, justicieros,
éticos, morales, representantes del conjunto y demás yerbas que
hacen a la santidad de algunos y a la demonización del resto.
No vale la pena insistir en lo
eternamente repudiable de los crímenes de lesa humanidad cometidos
durante la pasada dictadura militar que terminó allá por… 1983.
Pero lo repudiable no hace a lo
jurídico. La conducta de un asesino es, fue y será siempre
repudiable, más aún si se trata de un asesino “inscripto” en el
terrorismo de Estado, pero ello no implica que se lo ejecute.
Sencillamente, porque la ejecución, la pena de muerte no figura
entre las sanciones previstas por el Código Penal. Ni tampoco la
pena de prisión de cien años.
Es la diferencia central entre un
Estado de Derecho en el que muchos aspiramos a vivir y una dictadura
a la que todos ahora descalifican. Solo que no son pocos quienes
aspiran a reemplazar aquella dictadura por otra, de signo
aparentemente contrario.
¿Cuántos de quienes concurrieron a
la Plaza de Mayo para mostrar su enojo con el fallo de la Corte
Suprema de Justicia, se movilizaron por ese único móvil? La
respuesta es obvia. Solo algunos. El resto buscó una ventaja
política.
Democracia y República
Suelen confundirse las ideas cuando
estos términos se expresan. Seguramente la explicación se debe a
que fue necesario transcurrir más de medio siglo de sucesiones de
gobiernos electos con gobiernos de factos surgidos de la mano de un
golpe de Estado.
Más aún, en los primeros años de
ese medio siglo, los gobiernos democráticos fueron electos mediante
el mal llamado “fraude patriótico” que no fue otra cosa que un
fraude a secas. Algo parecido al “roban pero hacen” de décadas
después que consistía, a secas, solo en un robo.
Tal vez por ello, allá por 1983, el
candidato y luego presidente Raúl Alfonsín hablaba de recuperar la
democracia. Precisamente, con el juicio a las juntas militares y a
los principales responsables de la subversión armada selló el final
de la impunidad ante cualquier intento de toma del poder por las
armas.
Por aquellos años, dos cintas
cinematográficas anticiparon con su título cuanto aún no superamos
pese a los 33 años ininterrumpidos de democracia. Ese título fue
“La República Perdida 1 y 2”.
Se trató de una idea original del
político radical Enrique Vanoli, con guión de Luis Gregorich,
dirección de Miguel Pérez y locución de Juan Carlos Beltrán. En
la segunda, los textos fueron obra de María Elena Walsh y las voces
en off estuvieron a cargo de los actores Rita Cortese y del fallecido
Aldo Barbero.
Y a esta altura del partido queda en
claro que si bien la democracia, como método de selección de los
gobernantes, parece definitivamente recuperada, la República, en
cambio, sigue perdida, salvo por algunos breves pasajes de la
contemporaneidad.
No es menor la diferencia. Con la
democracia, pueden llegar al poder –como ocurrió- los Kirchner.
Con la República, es decir con el imperio de la ley, no hubieses
podido colocar a la Argentina entre los países más corruptos del
globo terráqueo.
Nicolás Maduro llegó al poder en
Venezuela por la vía democrática –si se hace abstracción del
fraude-, y todos los días hace cuánto puede para derribar la
República.
Así, nos guste o no, la marcha contra
el fallo de la Corte no tuvo nada de republicana. Porque los jueces
aplicaron la ley. Una ley que puede no gustarnos pero que es ley. Y
como dijimos, la República es el imperio de la ley.
En todo caso habrá que echar una
mirada a las decisiones de los otros poderes. Del Poder Ejecutivo,
actual claro, pero sobre todo del anterior, del kirchnerista, que no
envió ningún proyecto de ley al Congreso para subsanar las
falencias de aquel dos por uno sancionado bajo otro gobierno
peronista, el de Carlos Menem.
Y no fue un olvido. Si el actual
período de gobierno carga con una sentencia de la Corte Suprema que
aplicó el 2 por 1 en beneficio de un autor de crímenes de lesa
humanidad, durante el gobierno anterior no se contabiliza un fallo en
igual sentido, sino dos. Uno del juez Ariel Lijo y otro del
ultrakirchnerista Raúl Zaffaroni cuyo voto respaldó un
procedimiento similar desde la Corte Suprema que integró hasta su
jubilación.
En aquellas ocasiones, ninguno de
quienes ejercieron el deporte nacional de marchar a la Plaza,
entorpecer el tránsito y molestar a quienes trabajan, cortó nada,
ni caminó a ningún lado, ni se preocupó por los represores o los
apropiadores liberados.
Ninguno tampoco marchó, ni levantó
la voz –con algunas honrosas excepciones- cuando Cristina Kirchner
designó al sospechoso del delito de desaparición de personas,
general César Milani, como jefe del Ejército para llevar a cabo
ilegales tareas de espionaje interno. Aquel que se abrazaba con Hebe
de Bonafini…
Con el peronismo y más aún con su
vertiente kirchnerista estamos frente al imperio de la ley…
selectiva. Vale para mis enemigos, jamás para mis amigos.
En síntesis, una demostración más
de la inmadurez argentina y de la hipocresía kirchnerista.
Economía
Los problemas reales de la Argentina
recorren carriles muy distantes de la marcha del miércoles pasado.
Y uno de los problemas centrales es la
inflación cuyo guarismo de abril desmintió una vez más a las
ilusiones oficiales que pretende esparcir el multitudinario gabinete
económico del presidente Macri.
Es que el crecimiento del índice de
precios al consumidor dado a conocer por el INDEC y correspondiente
al mes de abril pasado arroja no solo un valor alto, el 2,6 por
ciento, sino que, además, revierte una tendencia a la baja que se
consideraba como ya consolidada.
En el acumulado del año, el
incremento supera el 9 por ciento y el proyectado anual, de no
aminorar el crecimiento, pronostica un 29 por ciento. Lejos, muy
lejos, de la pauta oficial de inflación del 16 por ciento para todo
el año 2017. Al punto que, desde el viernes, la meta inflacionaria
anual ya no es más el 16 por ciento, sino el 20.
Ese 2,6 por ciento echa por tierra
cualquier pronóstico optimista, pero desnuda la verdadera causa de
la inflación que los responsables del área económica se niegan a
reconocer: el déficit fiscal originado por un gasto público
altísimo y mayoritariamente improductivo.
Es que frente a un panorama de
retracción del consumo y de retraso cambiario resulta impensable
imaginar cualquier otra razón como causa de la persistente, y ahora
creciente, inflación.
No vale de nada caer en la tontera de
echar las culpas sobre la tasa de interés del Banco Central. NO se
trata de atacar las consecuencias, sino las causas.
De vez en cuando, suele el presidente
Macri decir algo sobre el tema, pero la reacción del gobierno no
pasa de allí, con excepción de una lenta adecuación de tarifas que
busca, a la larga, reducir los subsidios estatales a los consumos.
No son muchas las esperanzas al
respecto. Nadie imagina un cambio drástico en un escenario de tres
meses hasta la concreción de las discutibles PASO y de cinco hasta
las necesarias elecciones generales.
A seguir así parece, entonces, ser la
consigna de la hora. Ni brotes verdes, ni consumo en alza, algunas
inversiones y poca creación de puestos de trabajo aunque sin
crecimiento del desempleo. Excepción: el campo y toda la
agroindustria y los servicios que del sector derivan.
En la alforja, solo cháchara del
ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, que insiste con pronósticos
optimistas a los que siempre modifica la fecha de vigencia. Ahora,
según él, la inflación rondará el uno por ciento mensual aunque
recién en el último trimestre del año.
Un panorama que obliga a pensar en
otros términos para la cuestión electoral. Paradójico, la economía
que siempre decide todo, no será demasiado tenida en cuenta por el
oficialismo y quizás hasta menos, por la oposición.
La situación económica que no mejora
lleva a imaginar, en las filas del oficialista Cambiemos, una campaña
diferente, fundada en la comparación con el pasado.
Será República o populismo. Como
cuando empezamos.
Geopolítica
Mientras tanto, el
presidente ensaya salidas al exterior para tratar de convencer a los
inversores a interesarse, cuanto antes mejor, por la Argentina.
Ahora es el turno de Dubai en los
Emiratos Árabes Unidos, Pekin y Shanghai en China y Tokio en Japón.
En total, 9 días en la salida al exterior más extensa de cuantas
lleva el presidente Macri.
Obviamente, las expectativas
argentinas están puestas en algunas inversiones en particular: dos
nuevas centrales nucleares, obras en el ferrocarril San Martín y
energía solar en Jujuy.
Pero, para el gobierno chino se trata
de avanzar más allá de lo meramente comercial, sin descuidarlo por
supuesto.
Se trata de ganar presencia
internacional como alternativa frente los Estados Unidos y a la
alicaída Unión Europea. Es la hora del “One Belt, One Road”
–“una franja, una ruta”- como alusión a la histórica famosa
ruta de la seda.
En rigor es un nombre dado a la
búsqueda del reconocimiento de China como superpotencia mundial que
propone el presidente Xi Jianping. Es un cambio geopolítico mayor.
La iniciativa cuenta con dos
vertientes: la denominada Ruta de la Seda cinturón económico y la
Ruta de la Seda marítima.
La Ruta de la Seda, cinturón
económica, abarca como espacio de referencia Asia Central, Rusia y
Europa en su vertiente norte. Asia Central, Asia Occidental, Oriente
Medio y el Mediterráneo como vertiente central. Sudeste asiático y
Asia del Sur en su vertiente sur.
La Ruta de la Seda Marítima incluye
las regiones del Pacífico y del Índico. Es decir los países
ribereños del Pacífico sur –Australia- y los africanos de este.
La iniciativa china lejos está de ser
solo declamación. Por el contrario, consiste en inversiones en 60
países. Inversiones que generan baja rentabilidad pese al carácter
riesgoso de muchos de dichos estados. La herramienta es el Banco
Asiático de Inversión en Infraestructura al que se lo dotará de
100 mil millones de dólares.
Paralelamente, fue creado un Fondo de
Infraestructura que no prestará dinero como el Banco Asiático, sino
que invertirá directamente en proyectos fuera de China y que contará
con 40 mil millones de dólares.
Es geopolítica. Pero no se entiende
bien donde calza la Argentina en la estrategia china. Y menos aún,
al revés. Salvo, claro, en lo meramente, y no por ello de poca
importancia, comercial.
Por lo pronto, frente a la poco clara
política exterior del gobierno argentino en el juego internacional,
se yergue una participación más activa en el terreno regional.
Por un lado, está la insostenible
situación venezolana. Tan insostenible que hasta el propio papa
Francisco, de probadas simpatías populistas, salió a levantar la
bandera de las elecciones como única solución anticipada.
El papa se acerca así a la posición
oficial de la Argentina desde que asumió el presidente Macri: la
salida electoral para el país caribeño y sudamericano envuelto en
la peor crisis de su historia con más de 30 muertos por la represión
de las movilizaciones, con 700 por ciento de inflación anual y con
escasez de productos básicos.
El contraste radica en la posición
del kirchnerismo, aliado del chavez-madurismo. Con una Cristina
Kirchner que fue a Europa a denunciar la “ilegitimidad” (sic) del
gobierno de Macri, pero concede entrevistas a la ultra chavista
cadena de televisión Telesur.
En Belgica, la Kirchner solo fue
escuchada por un puñado de eurodiputados de extrema izquierda –el
grupo socialista no asistió- en una sala auxiliar de la segunda sede
del Parlamento europeo en Bruselas. La sede central del Parlamento
europeo, donde se llevan a cabo las sesiones, está en Estrasburgo,
Francia.
Terreno propio
Mientras tanto, fronteras adentro, la
información político partidaria tiende a avanzar sobre el resto de
las noticias.
Desde el peronismo, todo continúa
abierto. Con excepción de la renuncia de José Manuel de la Sota de
postularse para diputado nacional por Córdoba y su paralelo anuncio
sobre su intención de presentar candidatura presidencial en el 2019.
De la Sota
cumplió con todo el “cursus honorem” que debería cumplir un
político que se postula para la presidencia de la República y
cuenta en su haber con una conducta que lo diferencia de la mayor
parte del peronismo: nunca fue kirchnerista.
Y un dato por demás significativo: no
tiene cuentas pendientes con la justicia.
Lo contrario de Cristina Kirchner,
razón por la cual pese a sus preparadas contradicciones, nadie puede
aseverar que la ex presidente, con varias causas abiertas por
corrupción, lavado de dinero y traición a la patria, no competirá
en provincia de Buenos Aires o en provincia de Santa Cruz por una
banca que la ponga a cubierto de cumplir una pena de prisión.
Junto a Cristina Kichner, tiende a
perder peso el ya impresentable Daniel Scioli, envuelto ahora en un
escándalo de alcoba.
Por su lado, con Alberto Fernández
como jefe de campaña, Florencio Randazzo inició un acercamiento
hacia Sergio Massa, en el afán de aislar al kirchnerismo de la
provincia de Buenos Aires
De aquí en más, las novedades en el
ámbito político partidario no se harán esperar. Como muestra: el
pase de la otrora aliada de Martín Lousteau en la Capital Federal,
Graciela Ocaña, a la provincia de Buenos Aires y a las filas de
Cambiemos.
O, mejor dicho, a la lista de
diputados nacionales de Cambiemos.
*Periodista y Militante Radical en CAMBIEMOS.
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