Un cambio ocurrió: las sociedades no
están dispuestas a tolerar la corrupción como un añadido
inseparable de la política o, mejor dicho, de los gobernantes de
turno. Los acontecimientos del Brasil lo
dejan en claro. Nada asegura que este repudio social que debería
extenderse a lo político, lo económico, lo sindical y lo judicial
vaya a continuar así.
No obstante lo de Brasil, lo de
Argentina –aunque en una escala mucho menor- y lo de Venezuela, con
peligro de estallido de un conflicto armado al interior del país,
resultan más que el botón que hace falta para la muestra.
Es una consecuencia casi natural de
una evolución en las comunicaciones, en la información y en el
conocimiento, aún si queda limitado a algunos.
Y ya nadie escapa con el relato de lo
nacional y lo popular, del imperialismo y la oligarquía, del
capitalismo y de la derecha, excusas todas que trataron de colocar
sobre el tapete los delincuentes políticos de la actualidad, para
hacer creer que su enriquecimiento ilegal era hecho en nombre de los
intereses del “pueblo”.
Sin duda, Brasil marcha muy por
delante de la Argentina en esto de convertir a la corrupción en
punible. Allá, los jueces avanzan, los arrepentidos “cantan” y
los presidentes caen.
Aquí, los jueces, en su enorme
mayoría, arrastran los pies, dilatan los tiempos, buscan pruebas
sobreabundantes y casi que no juzgan a nadie.
Sí, claro, en Venezuela es bastante
peor. Allá, el Poder Judicial, en particular el máximo tribunal del
país es vasallo del “poder bolivariano” que inventó el golpista
y autoritario Hugo Chávez y que hereda el impresentable y
dictatorial Nicolás Maduro.
Todo ello bajo el marco de la mayor
escasez de la historia venezolana, la correspondiente mayor inflación
y la insoslayable mayor corrupción, de las conocidas por aquellas
latitudes, que dejan a los ex dictadores Juan Vicente Gómes
(1908-1935) y Marcos Pérez Jiménez (1952-1958), como aprendices del
desfalco.
Brasil
No son pocos los argentinos que se
preguntan por qué allá las investigaciones avanzan, al punto de
afectar a dos ex presidentes y al actual mandatario, mientras que por
estos lares todo transcurre con una lentitud exasperante.
Es el grado de independencia del Poder
Judicial en ambos países quien determina las diferencias. En Brasil,
ninguno de los tres presidentes –porque no pudieron, no supieron o
no quisieron- intentó colonizar el Poder Judicial.
Un Poder Judicial que no solo se
mantuvo al margen de cualquier adscripción al Ejecutivo sino que,
además, contó con una legislación central para avanzar en las
investigaciones: la ley del arrepentido.
Un elemento legal heredado del
Congreso que coincidió con la presidencia del intelectual Fernando
Henrique Cardoso.
En la Argentina, como se sabe, ocurrió
lo contrario. Con un Poder Judicial que fue colonizado por el
kirchnerismo, fundamentalmente los jueces federales, la justicia
tarda en llegar y una gran parte de la ciudadanía considera que los
corruptos difícilmente terminen presos.
En Brasil, no hizo falta la
intervención del Poder Ejecutivo. Más vale lo contrario. Tanto con
Dilma Rousseff como con Michel Temer, la gran preocupación de gran
parte de la clase política es lograr que los jueces paren las
investigaciones.
En la Argentina, esa preocupación es
inherente a los K. No obstante, y pese a la muy declamada
independencia de los poderes, el gobierno y el Poder Legislativo
hacen poco y nada para depurar la justicia.
Hoy Brasil aguarda un desenlace para
la presidencia de Michel Temer. Pocos son quienes creen que el
presidente que “heredó” a Rousseff pueda continuar en el cargo.
De momento, y al cierre de esta columna, asevera que no renunciará,
pero difícilmente le quede otro camino.
En caso de renuncia, será necesario
elegir, por parte del Congreso, un ciudadano que ocupe el cargo hasta
la finalización del mandato.
En paralelo de la crisis institucional
brasileña, se desarrolla la consabida inestabilidad económica que
acompaña los avatares políticos de un país.
Como no podía ser de otra manera, el
índice Bovespa que mide las acciones de las compañías brasileñas
se derrumbó, el dólar se encareció frente al real y la
especulación estuvo a la orden del día.
Se trata de movimientos que,
probablemente, no perdurarán en el tiempo, aunque si la situación
institucional no queda aclarada de manera rápida esos movimientos
bien pueden prolongarse y afectar el desenvolvimiento de la economía.
Vistos desde la Argentina, los
problemas brasileños suelen repercutir de forma altisonante, al
menos en un primer momento. A nadie escapa que se trata de dos
economías con algún grado de complementación y que, además,
Brasil es el primer cliente comercial de la Argentina.
Dato de color: si Temer renuncia será
el quinto presidente del Brasil en hacerlo. El primero fue el
mariscal Deodoro da Fonseca en 1891; el segundo fue Getulio Vargas en
1945; el tercero fue Janio Quadros en 1961; y el último fue Fernando
Collor de Melo en 1992.
Y Brasil sigue andando. No tan bien,
como hace un tiempo, pero….
Por casa
Por nuestros pagos, la lentitud de la
justicia se mantiene estable pero, con todo, lento no quiere decir
paralizado. Y eso, hay que reconocerlo, es una muestra de los tiempos
que corren.
Por más esfuerzos que los K hagan, es
posible criticar a este gobierno desde la política, no así desde la
corrupción.
El avance de esta semana fue
trascendente. Ya no se trata de meterse con cualquiera, por más
encumbrado que haya estado, sino con un símbolo de la resistencia a
la dictadura, luego manoseado y corrompido por los K.
Hablamos claro, de los “sueños
compartidos” de las Madres de Plaza de Mayo, sector de Hebe de
Bonafini.
Después de cinco años, Bonafini
quedó procesada por la enorme defraudación al Estado perpetrada con
los 1.250 millones de pesos que, sin licitación mediante, recibieron
las Madres de Plaza de Mayo para la construcción de viviendas.
Cuánto era evidente para todo el
mundo, no lo era para la justicia K. Así y todo, con Bonafini y los
hermanos Schoklender procesados, el juez de la causa no encontró
méritos para proceder de igual manera con el ex ministro Julio de
Vido.
Increíble pero cierto. De su
ministerio quedaron procesados el secretario de Obra Pública, el
tirador de bolsos José López, y su subsecretario, Abel Fatala. Y De
Vido, ni enterado. Por encima suyo pasaban aviones de todo tipo y él
como si nada, no se daba cuenta. Al menos así lo ve el juez Martínez
de Georgi que actúa en la causa y que, como se dijo, tardó cinco
años en determinar aquello que era vox populi.
Un dato de por sí revelador. Por
Sueños Compartidos anunciaron la construcción de 4.700 viviendas.
Solo completaron 822 y cobraron por 2.500. En nombre de los
desaparecidos, claro…
Las autodefensas de Bonafini van desde
aseverar que su procesamiento se debe a que catalogó a Macri como su
enemigo hasta mostrar tardíamente una carta del Papa Francisco
enviada antes de la decisión judicial.
Lo primero forma parte de la campaña
de victimización a que nos tienen acostumbrados los delincuentes K.
Ellos no hicieron nada aunque las pruebas salten por todas partes.
Lo segundo no es precisamente un golpe
bajo. Desde que el kirchnerismo debió dejar el poder por decisión
mayoritaria de la sociedad, el Papa Francisco hace todo lo posible
por desconocer esa decisión mayoritaria.
Así, es dable comprobar que cuanto K
anda suelto –y todavía son muchos los que están sueltos-
peregrina al Vaticano y es bien recibido por el Sumo Pontífice.
Por el contrario, si se trata de
allegados al gobierno electo por la ciudadanía o el propio
presidente de la República, Bergoglio hace todo lo posible por dejar
patentizado su desagrado,
Es probable que si la sentencia
hubiese sido dada a conocer con antelación, tal vez el Papa no
hubiese enviado la misiva a Bonafini.
No es posible determinarlo
fehacientemente. Lo cierto es que Bergoglio, como toda la Argentina,
estaba al tanto de las maniobras de Bonafini con los recursos del
Estado, pero parece que el “no robarás” de los Diez Mandamientos
no cuenta para el papa argentino.
Así, resulta sencillo entender el por
qué de sus regalos a Milagro Sala o sus tertulias con Cristina
Kirchner. En fin…
Y queda Cristóbal López. El otro de
los nuevos ultra ricos del kirchnerismo. El primero fue Lázaro Báez.
No contento con andar suelto, López
amenaza. Ahora, para no depositar –vieja costumbre suya- una tasa
prefijada por cada vehículo que ingresa a la Autopista
Ezeiza-Cañuelas, inventa como excusa que, sí lo hace, no le alcanza
para pagar los sueldos.
Fantástico. Que alguien le explique
que la ley es pareja para todos. Que si no le sirve el negocio que lo
devuelva –se trata de una concesión-. Que el kirchnerismo terminó…
¿Terminó?
En esto de hacerse el distraído con
los aportes que debe hacer al Estado del cual es agente de retención,
López muestra el antecedente de haber estafado al fisco en 8.000
millones de pesos como agente recaudador del Impuesto a la
Transferencia de Combustibles. Son los recursos de los que se apropió
su petrolera Oil.
Cierto es que la tarifa de la
concesión vial Ezeiza-Cañuelas es muy baja frente a cuánto es
percibido en otras autopistas urbanas. No menos cierto que López
compró esa concesión a un grupo español a precio casi vil en
razón, precisamente, de lo exiguo de la tarifa.
¿Qué cuánto pagó López la
concesión? Solo 56 millones de pesos. Entonces no se quejaba. Como
siempre, lo hace cuándo le exigen que cumpla.
Gira
Difícil de abrir juicio sobre los
resultados del viaje del presidente Mauricio Macri por Extremo
Oriente. China y Japón, para ser más precisos.
Comencemos por el final. En Japón, al
presidente no le fue mal. Reiteró la integración de la Argentina al
mundo y le creyeron según las palabras del propio primer ministro
japonés, Shinzo Abe.
Solo que, claro, quieren garantías.
Inversiones probablemente, pero con una cláusula de tribunal
internacional de arbitraje, en caso de controversia.
Es el daño que hizo el kirchnerismo a
la credibilidad internacional del país. Un daño del que tardará
muchos años en cicatrizar. Siempre y cuando, la sociedad decida no
caer nuevamente en la tentación del facilismo y en creer el canto de
sirena de los nac and pop delincuenciales.
Lo de China, en cambio es mucho más
complejo. Si en Japón se produce el clásico resultado de un país
donde funciona la empresa privada como base de la economía, en
China, más allá del sistema de acumulación capitalista, es el
Estado quién decide todo.
Actualmente, el gobierno chino puso en
marcha una iniciativa geopolítica, denominada “Una Franja, Una
Ruta” que consiste en la creación de un espacio económico para
invertir, en infraestructuras, los excedentes de capital que el país
produce.
La iniciativa abarca la casi totalidad
del continente asiático –con excepción de Japón y Corea-,
Europa, y los estados ribereños del Océano Indico, en África, y
del Pacífico Sur.
Con un simple vistazo a la división
política de un globo terráqueo, resulta fácil comprender que la
Argentina no entra en ninguna de las categorías geográficas antes
expuestas.
No obstante, la Argentina es un
proveedor clave para China en soja. Allá, la oleaginosa se utiliza
para alimentar el ganado porcino, por cuyo volumen de producción el
país asiático ocupa el primer lugar en el mundo.
En su nivel, la Argentina es un
comprador importante de productos manufacturados de China. A tal
punto que el presidente Macri pidió a su par chino, el presidente
Xi, el envío de turistas para compensar la balanza de pagos.
La mentada revisión de los acuerdos
con China –el caso de las represas santacruceñas fue el más
importante- acordados durante el kirchnerismo, quedó de lado. Las
inversiones chinas, si llegan, estarán vinculadas a las
infraestructuras.
Si se verifican,
es posible que las inversiones en ferrocarriles pretendan abaratar la
salida de la producción sojera hacia el extremo oriente. Será un
revival de la razón de ser de los ferrocarriles británicos, en la
Argentina, de la primera mitad del siglo pasado.
Del resto, represas incluidas, solo es
pensable en función de una rentabilidad muy importante. Tan
importante que haga olvidar, para China, que la Argentina no quedó
incluida en su iniciativa estratégica “Una Franja, Una Ruta”.
*Periodista y Militante Radical en CAMBIEMOS.
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