La Columna de la Semana: Producto de la
tradición católica, las fechas patrias, en particular el 25 de mayo, resultan
propicias para que los obispos den a conocer, por lo general, sus posiciones políticas
frente a la actualidad, no siempre concordantes con los documentos de la
Conferencia Episcopal.
Así, el arzobispo de Buenos Aires
y sucesor en esa diócesis del ahora Papa Francisco, el cardenal Mario Poli,
formuló una homilía donde además del consabido reclamo por la pobreza, exhortó
a superar “la confrontación” entre los argentinos.
Fuera de contexto, la frase da
lugar a una interpretación de mera buena voluntad. No lo es, en cambio, cuando
se borran antecedentes sobre los tiempos del pasado cercano y se busca
equiparar posiciones enfrentadas.
La brecha, en la Argentina, no se
puede negar. Es una brecha política entre el populismo y la República. La
convivencia de ambas líneas de pensamiento es imposible.
No se trata de la brecha entre
ricos y pobres, entre quienes acceden y quienes no a los consumos básicos. Por
el contrario, la desigualdad, como no podía ser de otra manera, fue
profundizada por el populismo reinante durante los doce años de reinado
kirchnerista.
El obispo Poli confunde, posiblemente
adrede, las ideas cuando yuxtapone la brecha con las desigualdades sociales. Es
casi el discurso K como no tardó en afirmar la procesada Hebe de Bonafini,
cuando alabó las palabras de Poli por antimacristas.
Las desigualdades sociales, si
bien vienen de lejos, quedaron expuestas y acrecentadas como nunca con el
gobierno populista de los Kirchner. A tal punto, que escondieron las
estadísticas –en realidad, todas las estadísticas- sobre la pobreza para no
reconocer la realidad que contribuyeron a empeorar.
Pero, lo de Poli no es casual, ni
mucho menos. Su antecesor en el cargo, el ahora Papa Francisco, nuevamente
practicó un gesto que lo acerca a esa matriz populista y lo aleja del
pensamiento republicano.
Ahora, se trató de una nueva
carta de apoyo a Milagro Sala, la “piquetera” jujeña con varias causas
pendientes por extorsión, asociación ilícita y fraude a la administración
pública. Otra “nena de pecho” como Bonafini, ambas aleccionadas por el
pontífice vaticano.
Distinta, aunque no tanto, resultó
la homilía del arzobispo de la Plata, monseñor Héctor Aguer. Delante de la
gobernadora María Eugenia Vidal, el prelado criticó la ley provincial que
obliga a los textos estatales a hablar de 30.000 desaparecidos, ni uno más, ni
uno menos, durante la dictadura militar de 1976-1983.
Más allá de lo absurdo de fijar
el número de desaparecidos por ley, la legislación contradice, de manera por
demás arbitraria, el número de .7.380 personas publicado en el Informe Nunca
Más de la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (CONADEP), según el
total de denuncias formuladas ante dicha Comisión por familiares.
Por denuncias posteriores, el
número de desaparecidos aumentó hasta totalizar 8.961 personas. De allí en más,
el uso político de dicho número que ahora queda consagrado por una ley de la
provincia de Buenos Aires.
Claro que la ley nada dice sobre
el total de desaparecidos, sino que obliga a utilizar la fórmula 30.000 para
cualquier documento oficial de la provincia de Buenos Aires. Un verdadero
mamarracho.
No obstante, la crítica de Aguer
no parece limitarse a lo arbitrario. Es posible intuir que va más allá. Que
tiene que ver con el intento de “perdón para todos” con el que, solapadamente,
se movió la Iglesia hasta el fallo de la Corte Suprema de Justicia que validó
el “2 por 1” para los condenados por delitos vinculados con los derechos
humanos.
El intento de la Iglesia –de
algunos obispos- terminó allí. El kirchnerismo, ahora tan afecto, les dio la
espalda. Para ellos, solo vale su propio perdón. El que ejercieron, mutuamente,
Bonafini y el también procesado –ahora- teniente general César Milani.
Y volvemos al populismo. Todo
vale si lo ejecutan los populistas. Todo es inválido y criticable, aunque sea
lo mismo, si lo ejecutan los demás. Aun cuando los demás resulten socios
tardíos, como el Papa Francisco y muchos obispos.
El minué
No es novedad. A poco menos de
treinta días para la inscripción de las candidaturas a los cargos legislativos
en la Nación, en algunas provincias y en muchos municipios, la danza de nombres
va y viene.
Seguirá así, con certeza, hasta
la definición que se producirá con muy escasa antelación al cierre de listas,
el próximo 24 de junio.
Desde ya que la gran incógnita es
como cierra el “puzzle” peronista, en particular, en la provincia de Buenos
Aires.
Dicha incógnita muestra distintas
variantes. La candidatura de Cristina Kirchner es una y no es la menor. Lo
último es que “si es necesario que yo sea candidata para ganar, lo seré”.
Grandilocuencia que parece ocultar aquello que si las encuestas no me
favorecen, entonces me quedo en casa.
No obstante, quedarse en casa
resultará sumamente peligroso para la ex presidente. Mucho más, si el
kirchnerismo pierde la elección. Todo el mundo conoce cierta flexibilidad de
los jueces frente a los resultados electorales. Y eso, la propia Cristina
Kirchner lo sabe cómo nadie.
De allí que resulte dable
imaginar, al menos, una precandidatura cristinesca. Precandidatura, al fin y al
cabo, porque gana cuerpo la posibilidad de una PASO frente a una segunda lista encabezada
por Florencio Randazzo.
Hablamos claro de la provincia de
Buenos Aires, donde también aguarda lugar el devaluado Daniel Scioli, cuyo
destino, para no variar, queda íntimamente ligado a las decisiones del
kirchnerismo.
Si finalmente Cristina Kirchner
resulta precandidata, difícilmente Elisa “Lilita” Carrió limite su rol a
candidata en la ciudad de Buenos Aires con la única misión de evitar un traspié
del PRO frente a Martín Lousteau y los radicales que lo apoyan.
Por el contrario, en su entorno
se comenta cada vez más que, llegado el caso, Carrió saltaría a la provincia
con o sin el visto bueno de Vidal,
A esta altura, la legisladora
resulta imparable. Es que la subsistencia de Cambiemos ya depende de ella. O,
al menos, así lo parece. Un portazo de Carrió en mucho se asemeja al fin del
frente que completa el radicalismo a nivel nacional.
De allí que cualquier
especulación sobre la confección final de las listas de Cambiemos en provincia
de Buenos Aires, en Capital Federal y en Córdoba es, de momento, aleatoria.
Depende de un sinnúmero de combinaciones.
Pruebas al canto: la marcha atrás
de Marcos Peña con la eventual candidatura del médico Facundo Manes quien se
reivindica radical.
Queda la alianza de Sergio Massa
con Margarita Stolbizer que trata de lograr un espacio propio frente a la brecha
que separa a Cambiemos del peronismo influenciado por el kirchnerismo.
Durante la semana, algo se habló
de una eventual alianza entre Massa y Randazzo. No quedó en nada.
De coimas y otras
yerbas
Difícilmente alguien pueda creer
en la justicia argentina. Más aun, es complicado imaginar una búsqueda de la
verdad por parte del propio gobierno.
El caso Odebrecht parece
sintetizar esta mala predisposición argentina para conocer la verdad y
sancionar a los culpables.
Hace meses que se sabe, por
declaración de los propios imputados –arrepentidos ante la justicia brasileña-
que la constructora abonó coimas por 35 millones de dólares durante la era K.
En otros países, como Perú y el
propio Brasil, los directivos están presos y solo negocian un acortamiento de
penas o, en el caso peruano, los contratos fueron dados de baja.
En la Argentina, nada. Los
Odebrecht pretenden para informar sobre lo ocurrido en la Argentina que se los
preserve de ser juzgados y que continúen los contratos en ejecución.
En otras palabras, a cambio de
algunos nombres de funcionarios, la justicia argentina no nos toca y vermouth
con papas fritas.
El problema no es el caradurismo
de la banda Odebrecht. El problema es que la Argentina no puede hacer nada. Y
no puede hacer nada porque no cuenta con ley del arrepentido. Y no cuenta con
ley del arrepentido porque a nadie le conviene. Obviamente, a los K, a los
empresarios y tampoco al gobierno.
Ergo, no negociamos nada…y no
comprobamos nada.
De otras yerbas corresponde al
espionaje, sobre las actividades de la diputada nacional Elisa Carrió, llevado
a cabo por la AFI –Agencia Federal de Inteligencia-, al parecer ordenado por la
número dos del organismo Silvia Majdalani.
La legisladora fue fotografiada
en Asunción, Paraguay, mientras estaba reunida con un ex mayor del Ejército
argentino. Lo grave es que la fotografía fue difundida desde la AFI.
A lo de la AFI, se suma la
ridícula denuncia sobre el enriquecimiento ilícito de Carrió formulada por un
albañil a quien le pagaron 1.500 pesos para que presente un escrito. El hombre
declaró ignorar cuanto había firmado y la causa fue archivada.
Gasto público
A esta altura del partido, las
intervenciones del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, disfrazan de
optimismo los resultados negativos que arroja gran parte de la economía
argentina, en particular, el déficit fiscal como producto de un gasto público
que no solo no se reduce, sino que crece.
A todas luces, Dujovne, más que
un economista, es un comunicador. Frente el desastroso crecimiento del déficit
fiscal anualizado abril-abril que arrojó un saldo de incremento del 77 por
ciento, como si nada fuera, el ministro aseguró –por medio de un comunicado-
que se cumplirá la meta fiscal anual para el 2017 de un déficit equivalente al
4,2 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI).
Los datos corresponden al déficit
primario. Es decir el previo a la contabilización de los pagos de la deuda
externa. Si se agregan, el incremento del déficit final es de un 187 por ciento
y del 47 por ciento para los primeros cuatro meses del año.
Es enorme aunque buena parte de
los razonamientos posteriores de Dujovne resulten aceptables.
Por ejemplo que la incidencia de
los subsidios es menor y que gran parte del gasto quedó reorientado hacia la
obra pública y al gasto social para los sectores más vulnerables.
Dicho así, queda bien y no es
mentira. Pero implica maquillar una realidad que explica por qué no cede la
inflación en un contexto de crecimiento muy bajo de la economía.
No es del todo malo, pero no se
puede presentar como bueno. De buenas intenciones…
Regionales
Si bien la información regional
continúa, en gran medida, acaparada por los sucesos venezolanos y brasileños,
la asunción del nuevo mandatario ecuatoriano, Lenin Moreno, revela un cambio de
orientación en las políticas del área.
Y es que Lenin Moreno no es
precisamente un hombre que proviene de los partidos tradicionales, ni un
representante de la “derecha” como les encanta decir a los populistas
disfrazados de izquierdistas.
Moreno es el sucesor partidario
del bolivariano Rafael Correa, amigo de Chávez, Maduro, Daniel Ortega de
Nicaragua, Evo Morales de Bolivia y Cristina Kirchner.
Pero Moreno, a diferencia de otros,
comprende que los tiempos cambian y que los espacios populistas quedaron
reducidos a sus propios fracasos.
La caída de los precios
petroleros fue un golpe para Ecuador que el gobierno de Correa no asimiló y
ahora le toca a Moreno, quién ganó ajustadamente, enfrentar la realidad.
Y ya dio algunas señales al
respecto. Por ejemplo, redujo la cantidad de ministerios. Suprimió, por caso,
uno que respondía al ridículo nombre de Secretaría de Estado del Buen Vivir
pero que contaba con un presupuesto de 3 millones de dólares anuales.
Pero, sobre todo, formuló un
compromiso para recuperar la libertad de expresión avasallada una y otra vez
por el “galardonado con el premio Libertad de Expresión” de la kirchnerista
decana de la Universidad Nacional de La Plata, Rafael Correa.
Tal vez lo de Moreno resulte solo
un compendio de buenas intenciones. Tal vez, por el contrario, el nuevo
presidente avance hacia una convivencia política opuesta al divisionismo
–brecha- que impulsaba su antecesor.
Y así volvemos al principio. O
Moreno retorna a la República o insiste con el populismo. Difícil imaginar un
retorno voluntario por parte de quien acompañó y fue candidato de Correa. De
quien heredó unos cuantos ministros y de quién parece condicionado por tres
“libros blancos” que contienen las directivas de Correa para su discípulo
Moreno.
Pero el fracaso todo los puede. O
mejor dicho, el temor al fracaso todo lo puede. Más aún cuando el ejemplo
venezolano está a la vista.
Una chance para Moreno.
*Periodista y Militante Radical en CAMBIEMOS.
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