Nunca, ningún caso es exactamente
igual a otro. Pero, la Argentina se salvó. Se salvó del golpe de Estado –o
autogolpe que, para el caso, es lo mismo- si continuaba por el camino de esa
mezcla infernal entre populismo y corrupción, tal como acaba de ocurrir en
Venezuela.
Son
muchas las consecuencias que, de aquí en más, deberá soportar el pueblo
venezolano aunque, claro, el propio pueblo no es del todo inocente dado que no
una, sino varias veces votó a los actuales golpistas.
Y
todo resultaba previsible. El “pseudo comandante” Hugo Chávez –mero teniente
coronel del Ejército venezolano, sin por ello despreciar a los tenientes
coroneles- comenzó su carrera pública precisamente con… un intento de golpe de
Estado.
Fue
allá por 1992, cuando el golpista intentó derrocar al gobierno legal y
democrático del presidente Carlos Andrés Pérez del tradicional partido Acción
Democrática.
No se trató de un cuestión menor.
Ni fue una salida desesperada contra los episodios de corrupción que minaron la
credibilidad de esa agrupación política y del por dos veces presidente Pérez.
A la postre, Pérez resultó
separado de su cargo por una acción judicial llevada a cabo desde la Corte
Suprema. El delito que se le comprobó fue la malversación de fondos de la
presidencia que fueron utilizados, no en provecho propio, sino para ayudar a
la, por entonces, flamante presidente nicaragüense Violeta Chamorro, vencedora
del sandinismo.
Para el pseudo progresismo
latinoamericano, aquel golpe de Estado fue y es solo una anécdota. Y ni que hablar
de la corrupción generalizada que hace palidecer cualquier acusación contra el
gobierno de Pérez.
Todo ello, sin mencionar la
legislación represiva contra quienes piensan o publican distinto. Y la
existencia de reales presos políticos, acusados de violar esa legislación
represiva, no por delitos de corrupción como en la Argentina.
Todo terminó donde
indefectiblemente debía terminar. En el golpe de Estado perpetrado por el
propio gobierno contra el único poder independiente que la ciudadanía recuperó,
el Poder Legislativo.
Hoy, el gobierno venezolano dejó
de ser un autoritarismo para convertirse en una dictadura. Cerró el Congreso.
Trabajó sobre una Corte Suprema adicta y sobre unas Fuerzas Armadas corrompidas
en el Poder.
Y el todo, compuesto por faltante
de lo elemental, con una inflación del 1.600 por ciento anual y con un país que
importa prácticamente todo cuanto consume con excepción del petróleo y sus
derivados.
Por tanto, de aquí en más un
destino aún más pesimista.
¿Es esto cuánto los K quieren para
la Argentina?
Paraguay y Ecuador
Es
inútil. En la mal llamada Latinoamérica, nadie quiere aprehender las lecciones
de la historia.
Bueno,
decir nadie sería injusto. Los pueblos chileno y uruguayo, sí aprendieron y
hace rato. Otro tanto, el colombiano pese a la guerrilla, ahora en vías de
extinción, y al narcotráfico. También el peruano que se niega a escuchar los
cantos de sirena del populismo, entonados antes y ahora por los Fujimori. Y,
por supuesto, los costarricenses que donde ya casi nadie recuerda un proceso
populista.
Pero
las excepciones, solo justifican la regla. A buena parte de los habitantes de
estos confines de la Tierra los entusiasma el populismo hasta el extasis. Y en
estado de extasis, bien sabido es que solo se ve, se escucha y se siente cuanto
se quiere ver, escuchar o sentir.
En
esta fatalidad común a los países del continente, ahora tocó el turno del
Paraguay. De ninguna manera se trata de justificar, ni siquiera de comprender
que una turba haya incendiado el Palacio Legislativo en Asunción.
Pero,
lo menos que se puede decir es que la provocación del presidente Horacio Cartes
es la fuente de semejante locura.
Es
que, entre gallos y medianoche, el presidente, aliado con el desalojado,
populista y engendrador serial de hijos no reconocidos, el ex obispo Fernando
Lugo, pretendieron aprobar una enmienda constitucional votada solo por algunos
senadores.
¿De
qué se trata? Obvio ¡Adivinó! De la reelección presidencial, inexistente en la
Constitución paraguaya luego del derrocamiento del autoritario general Alfredo
Stroessner hace tres décadas.
Falta
decir que la Constitución no prevé su reforma por enmiendas parlamentarias,
sino por Asamblea Constituyente. Que los senadores votantes se auto convocaron.
Y que la policía actuó con total displicencia.
Y
en Ecuador, los ciudadanos votan hoy en segunda vuelta entre la continuidad del
modelo populista autoritario del presidente Rafael Correa, quien no pudo
modificar la Constitución para eternizarse y un modelo republicano que deberá
reconstruir las instituciones del país.
Los
ecuatorianos deciden.
Por
eso, la Argentina se salvó… eligió no seguir la senda de Maduro, de Cartés, ni
de Correa. Eligió dejar de ser K. Veremos en octubre.
Docentes
La
huelga docente se extiende pero se apaga. Ya supera el 60 por ciento el
promedio de asistencia. Aún resulta imposible predecir el destino final de la
“pulseada”, aunque cada día se fortalece la presunción de un desenlace
desfavorable a la conducción gremial K de SUTEBA y de CTERA.
Pero,
más allá, del resultado final, la decisión del gobierno de María Eugenia Vidal,
en la provincia de Buenos Aires, con el apoyo, algo silencioso, del gobierno
final, colocó en la agenda pública, la cuestión de la calidad educativa.
Se
trata de preguntas básicas sin respuestas desde hace muchos años. Y en los años
pasados con respuestas negativas.
Desde
el Congreso Pedagógico Nacional que convocó el presidente Raúl Alfonsín durante
su período de gobierno en los años 80, desde entonces, nadie discute sobre
educación, con excepción de la fracasada Ley Federal, a no ser que se hable de
salarios docentes.
Los
docentes, y más aún, los gremios fueron testigos privilegiados del deterioro en
la educación pública con las directivas del gobierno kirchnerista de aprobar a
todo el mundo –sepa o no sepa-, de eliminar cualquier tipo de sanción
disciplinaria, de suprimir los límites de faltas.
Desde
entonces, los alumnos, los malos alumnos se adueñaron de los establecimientos
educativos públicos. Los profesores transigieron en solo trabajar para, por lo
general, un grupo limitadísimo y pactaron con el resto algún acuerdo de
aprobación a cambio de cierta calma en el aula. Casi un pacto mafioso.
Y
el todo con el moño de la aprobación automática.
La
pregunta que ningún sindicalista docente responde es por qué hay que aumentar
los sueldos de personas que no asisten a clase, que no enseñan o que enseñan
mal. Porque la pésima calidad educativa que hemos logrado, no la imparte un
fantasma, sino los docentes.
Hay
muchas excepciones, cierto. Tan cierto como que el ausentismo totaliza el 17
por ciento de promedio diario frente a menos de un siete por ciento del
personal médico y de enfermería, mucho pero mucho más expuesto a contagios de
enfermedades.
De marchas y contramarchas
Las
marchas K, ya sea de maestros o de personal de gremios estatales continúan
llevándose a cabo como si la sociedad estuviese de acuerdo con los
inconvenientes que dichas marchas generan.
Ya
no se trata de juntar mucha gente, ni de disimular el empleo de micros o del
pago de “viáticos” para los manifestantes. NI siquiera de maquillar que marchan
vestidos de docentes, muchos que no lo son.
Sin
dudas el objetivo político de dichas marchas es entorpecer al máximo al
gobierno de Cambiemos. Dicho en otras palabras, impedir la gobernabilidad.
Abierta
y desembozadamente como cuando se mostraba un helicóptero en la marcha de la
CGT.
Salvo
en las pequeñas ciudades del país, en las grandes las “movilizaciones” generan
inconvenientes para la ciudadanía. Más que inconvenientes, hartazgo.
Es
cuando menos curioso que quienes aspiran a derrotar al gobierno en las próximas
elecciones, mediante el voto popular, se empecinen en que la población los vea
con los mismos ojos de hace un año y medio, cuando perdieron la votación.
Posiblemente,
los errores “no forzados” del gobierno y una reactivación que tarda en
producirse debieron operar en contra del oficialismo. Sin embargo, una simple
mirada hacia un peronismo que no termina de sacarse de encima la mácula K, hace
que de buena o mala gana el votante de Cambiemos en la elección pasada, piense
en repetir su voto.
No
parece entonces que haga falta convocar
una movilización como la que se llevó a cabo ayer. No hacía falta sacar
cuentas. El gobierno tiene un mandato constitucional que debe cumplir porque se
impuso en las elecciones del 2015. No le hace falta revalidar títulos en las
calles.
Eso
queda para el kirchnerismo que busca impedir o, al menos, retrasar los juicios
por corrupción
Frente externo
El
presidente Macri llevó a cabo una visita de Estado al Reino de los Países
Bajos, más conocido en la Argentina como Holanda.
Macri
aprovechó a fondo la ventaja circunstancial que la reina holandesa, la reina
Máxima, haya nacido y provenga de una familia argentina. Más aún con la
popularidad de la que goza la reina Máxima entre los holandeses.
El
presidente recuperó un terreno que el kirchnerismo, enfrentado al mundo, salvo
a la pre dictadura del tándem Chávez-Maduro y a la dictadura cubana, había
desdeñado.
Porque
Holanda, además de la reina Máxima, cuenta con el principal puerto del mundo,
el de Rotterdam, por donde entran a Europa, buena parte de las exportaciones
argentina.
Porque,
allí, en Rotterdam, está la sede del principal mercado de aceites del mundo.
Allí es comercializado el aceite de soja y el de girasol, productos esenciales
de la Argentina.
Porque
en Holanda tiene sede empresas que operan en la Argentina como las cerveceras
Amstel y Heineken; la comercial C&A; la transportadora aérea KLM; la
licorera Lucas Bols; la eléctrica y electrodoméstica Philips; la petrolera
Shell o la alimenticia Unilever.
Pero
además Holanda es líder, desde hace siglos, en el manejo del agua, tema sobre
el que la Argentina se encuentra particularmente retrasada.
El
presidente cosechó muchos elogios en Holanda. El elogio principal fue el
retorno de la Argentina a la comunidad internacional, luego de algo más de una
década de aislamiento.
Claro
que de allí a imaginar que lloverán las inversiones equivale a recorrer de un
tirón algunos miles de kilómetros.
Ya
no queda margen para la ingenuidad. Será el propio electorado argentino el
encargado de demostrar en la próxima elección que país quiere entre uno
integrado al mundo y otro aislado de la comunidad internacional.
Por casa
Mientras
tanto, por estos pagos, el gobierno discute sobre la prevalencia entre el huevo
y la gallina.
Los
partidarios del huevo sostienen que el combate prioritario radica en la lucha
contra la inflación y que por tanto, lejos de bajar, las tasas de interés deben
subir aunque ello implique impedir la suba de la cotización del dólar.
Los
de la gallina, pretenden una reactivación artificial o impulsada desde el
Estado, por medio de incentivos al consumo. Por tanto, dedican buena parte del
día a acusar a los partidarios del huevo.
El
jefe de los primeros es el presidente del Banco Central, Sturzenegger. Al
frente de los gallináceos, se ubican los ministros Caputo y Buryaile. En el
medio, hace equilibrio el ministro Dujovne.
Los
hombres del huevo cuenta con una sensible ventaja: no tienen que forzar nada.
El dólar baja porque los billetes verdes afluyen por los ingresos de la cosecha
fina, a los que pronto se sumarán los de la gruesa y por el exitoso blanqueo
que llevó a cabo el gobierno, imaginado bajo el ministerio de Alfonso Prat Gay.
Los
de la gallina, en cambio, están obligados a torcer la realidad. Necesitan
convencer a los argentinos de los beneficios del consumo. A los que les sobra
muy poco. A los que para consumir deben endeudarse.
Y
endeudarse, en épocas de incertidumbre -¿Quién ganará en octubre?- nunca es
recomendable. A veces sale muy bien y otras veces –las más- agrava los males.
Por
eso, en lugar de endeudarse, a quienes algo les sobra, por poco que sea o
aunque se deba a una momentánea austeridad, prefieren ahorrar, a la espera de
tiempos más tranquilizadores.
Es
un ahorro que, por ahora, no es canalizado hacia la inversión. Al menos, no en
la medida de lo deseable.
Cerca
del gobierno, hablan de una mejoría para el segundo trimestre. Parece que
algunos no se curan en salud.
Aún
si la economía mejora, de hecho
experimenta un tenue crecimiento, el ahorro continuará prevaleciendo sobre la
inversión interna y la prudencia sobre la inversión externa mientras no se
conozcan los resultados de la elección
de octubre próximo.
El
destino del país está en nuestras manos.
*Periodista y Militante Radical en CAMBIEMOS.

No hay comentarios:
Publicar un comentario