La figura de la semana, sin lugar a
dudas, es el novel presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.Tal
vez, por “contrario sensu” a su inexperiencia, es que intentó cumplir con sus
propuestas de campaña en la primera semana de gobierno.
Suele
decirse que los primeros cien días son los que caracterizan a una
administración. Y también suele decirse que aquello que no se lleva a cabo en
ese período –algunos lo extienden hasta los 180 días- queda de lado.
Se
verifique o no, lo cierto es que el presidente Trump metió acelerador a fondo y
en solo una semana desmanteló, en la práctica, el Obamacare, el sistema de salud
para quienes no tienen cobertura.
También
dispuso la iniciación del más que controvertido muro de separación con México;
la autorización para las obras, en territorio norteamericano, del oleoducto
Keystone que deberá alcanzar, desde Canadá, el Golfo de México; y el fin de la
participación de los Estados Unidos en el Tratado de Asociación Transpacífico.
Eliminó
además los subsidios estatales para las organizaciones que promueven el aborto
y ordenó a los generales del Pentágono que presenten, en un plazo de treinta
días, un plan para “destruir” la organización terrorista Estado Islámico que
aún ocupa una superficie considerable de Siria y de Irak.
Trump
desmantela, en horas, el trabajo de Obama. Y lo hace mediante las denominadas
“órdenes presidenciales”, un instrumento jurídico de menor valor que una ley,
una suerte de decreto reglamentario.
Así,
el presidente no puede derogar el Obamacare, tarea del Congreso, pero puede
ordenar reducir al máximo los gastos estatales que el sistema requiere.
El
nuevo presidente delinea, de esta manera, los contornos de su gobierno.
Abandona el multilateralismo, impuesto por Barack Obama, y lo reemplaza por una
suerte de bilateralismo para casos concretos.
Las
primeras víctimas son el NAFTA, el tratado de libre comercio entre Canadá,
Estados Unidos y México; y el TPP, el Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de
Asociación Económica del que formas parte los estados del continente americano,
Chile, Canadá, Estados Unidos –ahora retirado-, México y Perú; los asiáticos de
Brunei, Singapur, Japón, Malasia y Vietnam; y los oceánicos Australia y Nueva
Zelandia.
¿Es
una contradicción con el libre mercado? Sí, claro. Pero no lo es frente a
las decisiones que sobre comercio
exterior practicaron los Estados Unidos, en el pasado. La última de las cuales
fue la que aplicó el conservador Ronald Reagan frente a los productos de origen
japonés, en la década del 80.
Mucho
antes, la cuestión del proteccionismo –y de la economía cerrada- opuso a los
estados industriales del norte, proteccionistas, frente a los estados del sur,
demócratas y esclavistas, partidarios de una economía abierta que les
permitiese exportar su algodón y comprar bienes industriales en el exterior,
más baratos que los que provenía el norte industrializado. El resultado fue la
guerra civil… en la que venció el norte.
Claro
que se trató de otro tipo de proteccionismo. Por aquel entonces, el objetivo
fue promover la creación de una industria nacional. Hoy día, se trata de un
proteccionismo defensivo frente a la concurrencia externa.
Primero fueron Japón y Alemania,
recuperados de la Segunda Mundial. Luego, los “tigres asiáticos” con Corea del
Sur, Taiwan y Singapur. Ahora, China. Cada vez que Estados Unidos tuvo una
concurrencia externa –con libre comercio o con dumping- los aranceles subieron
y siempre ocurrió con gobiernos republicanos.
Relaciones Exteriores
La
situación del intercambio modificará sensiblemente las condiciones productivas
en el mundo. Si Estados Unidos mira hacia adentro, no serán pocos los
industriales extranjeros que quedarán excluidos.
La
pregunta del millón es si China podrá suplantar a Estados Unidos. La respuesta
es que… difícilmente.
Con
las decisiones de Trump, Estados Unidos dejará de importar, mientras que China,
durante todo este tiempo, buscó exportar. Precisamente, entre sus mercados
principales se encuentra Estados Unidos.
De
allí que la tensión entre ambos países puede crecer. Un Estados Unidos cerrado
afectará sobre manera la producción china.
Si
con China la cosa va mal, con Rusia va mejor. Varias son las coincidencias
entre Trump y el presidente ruso, el todopoderoso Vladimir Putin.
Por
un lado, la lucha contra el fundamentalismo islámico. Para Putin se trata,
inclusive, de un problema fronteras adentro, con los musulmanes que pueblan
algunas repúblicas del Cáucaso, entre ellos los chechenos.
Tanto
Al Qaeda como Estado Islámico cuentan con adherentes en el Cáucaso. Adherentes
que no solo van a luchas a Irak y a Siria, sino que mantienen un “foquismo”
armado en la región.
Para
Trump, el fundamentalismo islámico es un enemigo a vencer. Es más, a acabar. Y
no le es repulsiva la idea de combatir directamente el extremismo en el
terreno. El punto quedará resuelto a fines de febrero.
Mientras
tanto, el nuevo presidente de los Estados Unidos suspendió la llegada de
refugiados políticos de diversos países musulmanes, tales como Siria, Irak,
Irán, Libia, Somalia, Yemen y Sudán. Hizo extensiva la suspensión a personas
que ya habían obtenido la visa norteamericana.
Se
trata, según la nueva administración, de preservar al país dela infiltración de
terroristas islámicos. Una generalización que, obviamente, no es unánimemente
aceptada.
Más
aún porque una generalización del mismo tipo se emplea frente a los mexicanos y
centroamericanos para justificar el muro que Trump ya ordenó construir, aunque
se ignora como financiará la construcción, más allá de sus intenciones de
cargar la factura a los mexicanos.
La
decisión generó inclusive la revitalización de un alicaído movimiento
separatista que pretende proclamar –por vías legales- la República de
California.
El
Calexit, tal el nombre del movimiento, ya recibió autorización del gobierno
estadual para iniciar la recolección de firmas que permita llevar la propuesta
a un referéndum. Si logran algo más de 585 mil firmas, antes de julio próximo,
el referéndum se llevara a cabo junto a las elecciones estaduales del 2018.
Por
último, la autorización para avanzar en los trabajos del oleoducto Keystone, de
Canadá al Golfo de México en Nueva Orleans, satisface a los canadienses pero
levanta la temperatura de las asociaciones ecologistas e indigenistas que,
hasta aquí, con éxito, habían logrado paralizar el proyecto.
Trump
puso en marcha su batería de medidas. Por ahora, sin resquebrajaduras en el andamiaje
republicano. Por ahora…
Delitos
Las
decisiones de Trump llevaron a los interesados locales a interpretar de manera
arbitraria la decisión del gobierno nacional de restringir la política
inmigratoria para los casos de personas con antecedentes penales y de
introducir la figura de la expulsión para aquellos que hayan cometido delitos
en territorio nacional.
Cierto
es que la Argentina fue un país conformado a partir de la inmigración. No menos
cierto es que el Preámbulo de la Constitución habla de “todos los hombres del
mundo que quieran habitar el suelo argentino”.
De
allí a imaginar que se infringe la Constitución o los derechos humanos
universales porque se expulse del país a quién decidió vivir al margen de la
Constitución y las leyes, parece solo un producto del oportunismo político de
quienes sueñan con un rápido retorno.
Aquí
no se habla de indocumentados como en los Estados Unidos de Trump, aquí se
habla básicamente de narcotraficantes.
Y
cuando la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, dice que un tercio de
quienes son detenidos por narcotráfico son ciudadanos de nacionalidad peruana,
boliviana o paraguaya, no hace sino reflejar datos estadísticos.
No
se trata, como pretende hacer creer el interesado gobierno boliviano de Evo
Morales, de un menosprecio a los ciudadanos de su país instalados en la
Argentina. No se habla de bolivianos, sino de delincuentes bolivianos.
El
punto se inscribe dentro de una ofensiva que intenta llevar a cabo el
kirchnerismo y sus aliados dentro del país como fuera de él, para recuperar el
poder que perdieron en el 2015 cuando la ciudadanía se hartó del gobierno más
corrupto que conoció la historia argentina.
Desde
entonces, todo viene bien. Desde manteros del Once hasta narcotraficantes
extranjeros, todos resultan víctimas de un gobierno insensible que “persigue al
pueblo”.
Es
que, a medida, que se reduzca el calendario electoral, la sensibilidad
kirchnerista irá en aumento. En primer lugar, porque una mala elección los
dejará descolocados casi definitivamente.
En
segundo término, aunque más importante, porque ya finaliza las feria judicial y
los expedientes por corrupción de la señora del lenguaje soez y de sus
principales colaboradores deberán moverse, casi inercialmente, hacia los
juicios orales aún pendientes.
Y
entonces todo vale. Más aún cuando la mayor parte del peronismo dirigencial
busca diferenciarse de los K.
Así
quienes convirtieron los feriados en un tema meramente turístico, y hasta
inventaron los “puente”, ahora se rasgan las vestiduras si una fecha es
cambiada.
Cierto
es que al gobierno no le dio el cuero para suprimir feriados de dudosa validez.
Es que, digámoslo con todas las letras, en el 24 de marzo, día del golpe
militar de 1973, no reside motivo alguno para el festejo.
Por
más argumentos que se le busquen, no hay nada objetivo que lo equipare con el
25 de mayo, el 9 de julio o el 20 de junio. Sin embargo, el resultado es el
mismo: un día sin trabajar, sin cursar y con muchísimas escapadas de fin de
semana largo. Poco, poquísimo serio.
Otro
tanto ocurre con el 2 de abril. Ese día no fue el del combatiente de Malvinas.
En todo caso no parece ser el más indicado para homenajearlo. Porque en aquel
día de 1982, un borracho que presidía los destinos del país invadió las islas
Malvinas solo para intentar perpetuarse en el poder. Y eso no se festeja.
Va
siendo hora de poner las cosas en su lugar, aunque todo resulte difícil de
llevar a cabo al mismo tiempo. Pero, ya pasó un año del gobierno del presidente
Macri y muchas cosas aún quedan por verse.
Sobre
todo en materia de corrupción. Donde día a día aparecen nuevas evidencias del
asalto al Estado que caracterizó la asociación ilícita que gobernó el país
hasta diciembre del 2015.
Lo
último, es la falsificación de firmas de empresarios de la construcción en las
licitaciones de Vialidad Nacional, allí donde “capeaba” la figura del
testaferro presidencial de aquel entonces, Lázaro Báez. Un organismo del Estado
dependiente del otrora ministro Julio de Vido y de su “ayudante” José “Revoleo
de Bolsos” López.
La economía
De
su lado, la economía vuelve a dar señales contradictorias. De un lado, retoman
vigor los llamados “brotes verdes” con algunos indicadores que hablan de una
reactivación que dio comienzo en noviembre.
Por
el otro, cunden algunas señales de alerta como la decisión del Banco Central de
suspender momentáneamente la política de reducción de las tasas interés en
virtud de indicios de un posible recalentamiento de los precios.
El
gobierno sabe que el resultado electoral de octubre del 2017 está atado a la
percepción de la ciudadanía en materia económica. Si la esperanza continúa,
gana. Caso contrario, pierde.
Habrá
matices, claro. Como los candidatos, o como situaciones locales, pero la
generalidad de una elección legislativa de medio tiempo es que, al gobierno
nacional, se lo castiga o se lo premia.
Para
el premio, el gobierno alista varios éxitos, aunque algunos se diluyen en el
tiempo, como el arreglo con los acreedores de la deuda impaga o como la salida
del cepo cambiario.
En
su arsenal quedan el exitoso blanqueo; la cosecha record y la inversión en la
obra pública. Posiblemente, una mejoría sustantiva en materia de créditos a
particulares y empresas. Y claro, el espanto de la vereda
de enfrente tras los doce años del kirchnerismo.
En
el debe, un consumo que no crece, finanzas públicas que solo cierran con
endeudamiento externo y una inflación que lejos está aún de ser domada.
En
el medio, cierto sabor a indefinición en materia de ocupación. Nadie considera
que su despido es inminente como intentaron hacer creer hace unos meses desde
las distintas variantes del peronismo. Pero nadie tampoco arriesga en el
consumo y quienes pueden intentan el ahorro.
En
marzo y, sobre todo, en abril, para bien o para mal, estas incertidumbres
quedarán despejadas.
Comenzó
el tiempo de descuento para todos. Para quienes deben salvar al gobierno y para
quienes deben salvarse de la cárcel.
*Periodista y Militante Radical en CAMBIEMOS.
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