MUNICIPIO DE MARCOS PAZ

lunes, 5 de diciembre de 2016

Un Cambio de Paradigma. Por Luis Domenianni.

No quedó muy en claro cuál fue el objetivo buscado que impulsó al presidente Mauricio Macri a convocar un “retiro espiritual” de 34 personas que ostentan los más altos cargos en el gobierno, en el complejo turístico de Chapadmalal, sobre la costa atlántica.

                Al menos fue cuanto dejó traslucir la conferencia de prensa que el titular del Poder Ejecutivo brindó, al término del cónclave, junto con su jefe de gabinete de ministros, Marcos Peña.
                Trascendieron sí, los temas tratados a los que se les dio contorno de módulos ya que fueron abordados desde distintas carteras junto a los ejes centrales de la acción de gobierno para el año que se avecina.
                De cuanto se conversó, solo surgió como referencia una arenga presidencial para que los ministros no se descuiden y una explicación ante la prensa que sonó, más que nada, a justificación, cuando el presidente habló de “manejar la ansiedad y evitar creer en la magia”.
                Resultado final: poco, muy poco. Y cuando el resultado de semejante movilización –asistieron 34 personas entre ministros, secretarios de Estado y jefes de bloques legislativos junto a los titulares de ambas cámaras del Congreso, más la gobernadora de Buenos Aires- es reducido, trascienden detalles, por lo general, acomodados a la conveniencia de quién los cuenta.
                Así, tal como una emisión de televisión dedicada a la farándula, “alguien” informó que el presidente discutió con su ministro de Educación, Esteban Bullrich y punto.
                Es que los mensajes se tornaron contradictorios. El propio presidente indica que se deben bajar las expectativas pero reúne a los principales 34 responsables nacionales en un “retiro espiritual” en Chapadmalal.
                Nadie puede imaginar que semejante cónclave forma parte de una rutina diaria o semanal o mensual. Ergo, elemental Watson, despierta expectativas que luego fenecen en la conferencia de prensa y en la difusión de la foto de familia al aire libre, como si la foto, a juzgar por la información oficial, alcanzase para justificar la reunión.
                No son las únicas contradicciones en las que cae el gobierno. Suma así confusión a las que ya aportan las distintas variantes del peronismo, en particular, el Frente Renovador de Sergio Massa.
Ejes (uno)
                Según se supo, el gobierno propone ocho ejes sobre los que volcará su accionar en el 2017. A saber: estabilidad macroeconómica; fortalecimiento institucional; desarrollo humano sustentable; desarrollo productivo; seguridad y narcotráfico; e inserción en el mundo. Sí, la cuenta no da. O faltan dos o alguien suma mal.
                Detalles al margen, el primero de los ejes resulta confuso ¿Qué quiere decir exactamente con estabilidad macroeconómica?
                Para el leal saber y entender, estabilidad macroeconómica significa, entre otras cosas, un equilibrio entre los ingresos y los egresos del Estado.
                Un equilibrio genuino se logra a partir de un Estado que no gaste más de cuanto percibe en total a través de los impuestos. Si para alcanzar ese equilibrio, hace falta endeudamiento, interno o externo, el equilibrio se logra igual pero ya no es genuino, sino artificial.
                Pero si además, los resultados arrojan que el déficit fiscal equivale al 4,8 por ciento del Producto Bruto Interno, mal podemos habar de estabilidad macroeconómica.
                Es absolutamente cierto que el gobierno anterior dejó un verdadero desastre –con ribetes delictuales- en el manejo de las cuentas públicas. Es absolutamente cierto que el actual debió cargar con las consecuencias del desatino anterior.
                Pero no es menos cierto que, preocupado por la eventual tensión social, el gobierno no achicó la planta del personal del Estado, incrementó la presión impositiva, no redujo el gasto público y se endeudó, para atender gastos corrientes.
                Siempre, sin excepciones, el sinceramiento de la economía luego de vivir en una burbuja con trampas y falsificaciones, es necesariamente doloroso y difícil de alcanzar, más aún cuando se descarta el shock y se opta por el gradualismo.
                Aun así, los hechos no ayudan a imaginar un equilibrio fiscal y, a partir de allí, una estabilidad macroeconómica cuando un año electoral se avecina y cuando el gobierno percibe la inmediata y real necesidad de ganar las elecciones para incrementar sus bancadas legislativas y no depender de extenuantes y costosísimos acuerdos para gobernar.
                De allí que lo de la estabilidad macroeconómica ingrese en un listado de deseos más que en un rol de objetivos. Se dice, se enumera y se posterga para más adelante.
                Con todo, el gobierno muestra preocupación sobre la materia. Así, algunas obras aparecen demoradas, algo que explica la impresionante caída de la construcción en octubre pasado y algunos fondos nacionales no fluyen como estaba previsto, según un intendente del Gran Buenos Aires.
                Razones: tratar de mantener el déficit fiscal dentro de los carriles propuestos.
                No obstante, luego de un año de demoras, algunas obras nacionales, como la transformación en autopista de la Ruta 8, avanzan a pasos agigantados.
                Por último, resulta difícil imaginar equilibrios macroeconómicos cuando el gobierno antepuso como objetivo devolver consumo a los ciudadanos. Necesariamente, la decisión conlleva flexibilización de la política monetaria. En otras palabras, reducir la tasa de interés de los bonos y las letras que el Banco Central coloca para absolver circulante.
                Tal vez por ello, el presidente del Banco Central, Federico Surzenegger, o bien faltó a la cita, o bien no fue invitado.
Ejes (dos)
                El segundo punto a observar es el “fortalecimiento institucional”. Para el gobierno, la idea pasa por varios ejes, pero el principal es, sin dudas, el de la transparencia en materia electoral.
                Se trata de una batalla que la administración Macri perdió. Aunque la perdió a medias.
                Quizás porque avanzó demasiado. Quizás porque confió demasiado en las promesas de algunos gobernadores justicialistas.
                Lo cierto es que el sistema de boletas para votar empleado en la Argentina no es arcaico por pura casualidad. Es un mecanismo de filo fraude que emplean los partidos políticos, el justicialista por lo general.
                El gobierno no pudo avanzar hasta la implementación del voto electrónico. Kirchneristas y feudalistas provinciales se rasgaban las vestiduras ante una remota posibilidad de hackeo.
Por supuesto que nunca les preocupó el voto de ciudadanos paraguayos con documento argentino y domicilio en la provincia de Formosa que solo pisan aquella provincia cuando deben cumplir con su “obligación” de votar.
Para el gobernador vitalicio Gildo Insfrán no se trata de fraude sino de genuina expresión popular… de paraguayos de Paraguay.
Perdida, momentáneamente, la batalla por el voto electrónico, que ya se utiliza en Salta y en la ciudad de Buenos Aires, el gobierno debe implementar la boleta única papel, donde los ciudadanos marcan su preferencia en una cartilla que les facilitan las autoridades de mesa.
Pero el fortalecimiento electoral no culmina en lo electoral. El enunciado debería abarcar la justicia, donde los jueces K cumplen a rajatabla su tarea de asegurar impunidad para los delincuentes del gobierno anterior.
Por ahora, de eso ni se habla.
Ejes (tres)
                El tercer punto es de por sí controversial. Se trata de “desarrollo humano”, algo que quizás signifique política social. Se hace aún más nebuloso cuando el gobierno lo presenta como “desarrollo humano sustentable”.
                En el populismo K, el capítulo se cerraba con subsidios de todo tipo, de los que solo una parte terminaba en el bolsillo del supuesto beneficiario, mientras que el resto hacía las delicias de Hebe de Bonafini, Luis D’Elía o Milagro Sala, por solo citar tres ejemplos de la “nobleza K”.
                Con el gobierno actual, representa un reparto de dinero más equitativo entre las llamadas “organizaciones sociales”, algunas sin pasado K y otras con sobre abundante kirchnerismo en sus venas.
                Como hasta ahora solo se trató de distribuir dinero, se le agregó la calificación de “sustentable”. Tal vez porque “financiable” resultaba incorrecto, políticamente hablando.
                Aquí la administración hizo muy bien los deberes. Y ello le valió a la ministra Stanley la consideración de la que goza frente al presidente Macri.
Sin embargo, la cosa no es tan así a poco que se consideren otras variables del ahora llamado “desarrollo humano”.
                El concepto como tal fue adoptado por el PNUD –Programa de las Naciones Unida para el Desarrollo- que establece tres mediciones centrales para determinar el Índice de Desarrollo Humano alcanzado por un determinado país.
                Mediante una fórmula polinómica une alfabetización, esperanza de vida e ingreso per cápita. Luego establece, de manera arbitraria, hasta donde los resultados indican un desarrollo humano alto, medio o bajo.
                Sirve pero no mucho. Indica el número de alfabetizados pero no el nivel de los educandos. Indica el promedio del ingreso pero no la brecha entre ricos y pobres.
                De allí que resulte preferible hablar de políticas sociales. Es decir de educación, de salud y de bienestar.
                De momento poco y nada se avanzó en la materia a no ser por la contención de los sectores de mayor vulnerabilidad sobre la base del asistencialismo monetario.
Ejes (cuatro)
                Se trata del desarrollo productivo. Sobre este punto, sin lugar a dudas la solución del problema con los acreedores del país, la eliminación del cepo cambiario y la eliminación o reducción de las retenciones agropecuarias produjo una reactivación inmediata en el campo.
                Hoy la Argentina comenzó una cosecha de trigo que bien puede ser record y una siembra de granos gruesos –fundamentalmente, soja y maíz- que va a dar que hablar si las condiciones climáticas acompañan.
                Frente a un campo que reactiva las economías de las pequeñas ciudades y pueblos –con excepción de la lechería, el ganado porcino y la fruta-, la industria y, en menor medida, los servicios no recuperan aliento.
                Difícil determinar las causas en cada caso. Cierto es que la caída del PBI brasileño y la competencia feroz de los productos chinos afectan casi al conjunto. Cierto es que el consumo interno quedó restringido ante una año recesivo.
                Pero la industria nacional hace ya muchas décadas que, salvo excepciones, no es competitiva. Los argentinos consumimos caro y malo. Pagamos por los textiles el triple del valor internacional. Por los electrónicos, otro tanto. Por los automotores, el doble. Por el petróleo, casi un ochenta por ciento más.
                Solo es barato, en la Argentina, aquello que el Estado subsidia. Y así no se puede seguir.
                Cambiar el concepto de una industria protegida por el Estado a una industria competitiva e innovadora, presupone el fomento de la inversión productiva y eso implica reglas claras y permanentes.
Es algo extremadamente difícil de creer cuando el principal sector opositor “moderado”, el Frente Renovador de Sergio Massa, propone una absurda creación de 1,2 millones de empleos por decreto.
De momento, sobre el tema, a confiar en el plan de obras públicas que inundará de construcciones el país entre febrero y marzo próximo y en un resultado electoral que confirme un rumbo de la Argentina, luego del desaguisado K.
Ejes (cinco)
                Como punto cinco, la administración Macri eligió el tema de seguridad y narcotráfico.
                Se trata de un capítulo paradojal. Es donde le va mal y sin embargo donde la ciudadanía le reconoce el mayor esfuerzo.
                Fácilmente explicable. Todo el mundo acepta que, a diferencia del gobierno anterior, nacional y provinciales, donde gobierno, jueces, policías y penitenciarios conformaban buena parte del problema, en lugar de la solución, ahora resulta evidente que el gobierno busca combatir las mafias en lugar de pactar con ellas.
                No es poca cosa. Pasamos de aliados a enemigos del narcotráfico y la ciudadanía lo reconoce. No estamos bien pero peleamos.
Ejes (seis)
                Por último, la inserción en el mundo a la que el gobierno declara como inteligente. Lo inteligente no es la forma de insertarse, sino la inserción en sí misma. Y esa decisión es correcta.
                Ahora bien, la forma deja mucho que desear. La canciller Malcorra parecía que se comía los “chicos  crudos” pero no fue así. Fracasó en su cruzada personal por convertirse en secretaria general de las Naciones Unidas a la que prestó demasiada atención y ahora “se come” por dormida, el pedido de libertad para Milagro Sala en la Comisión de Derechos Humanos de la OEA.

                En síntesis, el cambio de paradigma frente al modelo K, con los seis ejes señalados es plausible y deseable. Falla la “expertise”. Pero se puede superar.

* Periodista y Militante Radical en CAMBIEMOS.

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