No quedó muy en claro cuál fue el
objetivo buscado que impulsó al presidente Mauricio Macri a convocar un “retiro
espiritual” de 34 personas que ostentan los más altos cargos en el gobierno, en
el complejo turístico de Chapadmalal, sobre la costa atlántica.
Al
menos fue cuanto dejó traslucir la conferencia de prensa que el titular del
Poder Ejecutivo brindó, al término del cónclave, junto con su jefe de gabinete
de ministros, Marcos Peña.
Trascendieron
sí, los temas tratados a los que se les dio contorno de módulos ya que fueron
abordados desde distintas carteras junto a los ejes centrales de la acción de
gobierno para el año que se avecina.
De
cuanto se conversó, solo surgió como referencia una arenga presidencial para
que los ministros no se descuiden y una explicación ante la prensa que sonó,
más que nada, a justificación, cuando el presidente habló de “manejar la
ansiedad y evitar creer en la magia”.
Resultado
final: poco, muy poco. Y cuando el resultado de semejante movilización
–asistieron 34 personas entre ministros, secretarios de Estado y jefes de
bloques legislativos junto a los titulares de ambas cámaras del Congreso, más
la gobernadora de Buenos Aires- es reducido, trascienden detalles, por lo
general, acomodados a la conveniencia de quién los cuenta.
Así,
tal como una emisión de televisión dedicada a la farándula, “alguien” informó
que el presidente discutió con su ministro de Educación, Esteban Bullrich y
punto.
Es
que los mensajes se tornaron contradictorios. El propio presidente indica que
se deben bajar las expectativas pero reúne a los principales 34 responsables
nacionales en un “retiro espiritual” en Chapadmalal.
Nadie
puede imaginar que semejante cónclave forma parte de una rutina diaria o
semanal o mensual. Ergo, elemental Watson, despierta expectativas que luego
fenecen en la conferencia de prensa y en la difusión de la foto de familia al
aire libre, como si la foto, a juzgar por la información oficial, alcanzase
para justificar la reunión.
No
son las únicas contradicciones en las que cae el gobierno. Suma así confusión a
las que ya aportan las distintas variantes del peronismo, en particular, el
Frente Renovador de Sergio Massa.
Ejes (uno)
Según
se supo, el gobierno propone ocho ejes sobre los que volcará su accionar en el
2017. A saber: estabilidad macroeconómica; fortalecimiento institucional;
desarrollo humano sustentable; desarrollo productivo; seguridad y narcotráfico;
e inserción en el mundo. Sí, la cuenta no da. O faltan dos o alguien suma mal.
Detalles
al margen, el primero de los ejes resulta confuso ¿Qué quiere decir exactamente
con estabilidad macroeconómica?
Para
el leal saber y entender, estabilidad macroeconómica significa, entre otras
cosas, un equilibrio entre los ingresos y los egresos del Estado.
Un
equilibrio genuino se logra a partir de un Estado que no gaste más de cuanto
percibe en total a través de los impuestos. Si para alcanzar ese equilibrio,
hace falta endeudamiento, interno o externo, el equilibrio se logra igual pero
ya no es genuino, sino artificial.
Pero
si además, los resultados arrojan que el déficit fiscal equivale al 4,8 por
ciento del Producto Bruto Interno, mal podemos habar de estabilidad
macroeconómica.
Es
absolutamente cierto que el gobierno anterior dejó un verdadero desastre –con
ribetes delictuales- en el manejo de las cuentas públicas. Es absolutamente
cierto que el actual debió cargar con las consecuencias del desatino anterior.
Pero
no es menos cierto que, preocupado por la eventual tensión social, el gobierno
no achicó la planta del personal del Estado, incrementó la presión impositiva,
no redujo el gasto público y se endeudó, para atender gastos corrientes.
Siempre,
sin excepciones, el sinceramiento de la economía luego de vivir en una burbuja
con trampas y falsificaciones, es necesariamente doloroso y difícil de
alcanzar, más aún cuando se descarta el shock y se opta por el gradualismo.
Aun
así, los hechos no ayudan a imaginar un equilibrio fiscal y, a partir de allí,
una estabilidad macroeconómica cuando un año electoral se avecina y cuando el
gobierno percibe la inmediata y real necesidad de ganar las elecciones para
incrementar sus bancadas legislativas y no depender de extenuantes y
costosísimos acuerdos para gobernar.
De
allí que lo de la estabilidad macroeconómica ingrese en un listado de deseos
más que en un rol de objetivos. Se dice, se enumera y se posterga para más
adelante.
Con
todo, el gobierno muestra preocupación sobre la materia. Así, algunas obras
aparecen demoradas, algo que explica la impresionante caída de la construcción
en octubre pasado y algunos fondos nacionales no fluyen como estaba previsto,
según un intendente del Gran Buenos Aires.
Razones:
tratar de mantener el déficit fiscal dentro de los carriles propuestos.
No
obstante, luego de un año de demoras, algunas obras nacionales, como la
transformación en autopista de la Ruta 8, avanzan a pasos agigantados.
Por
último, resulta difícil imaginar equilibrios macroeconómicos cuando el gobierno
antepuso como objetivo devolver consumo a los ciudadanos. Necesariamente, la
decisión conlleva flexibilización de la política monetaria. En otras palabras,
reducir la tasa de interés de los bonos y las letras que el Banco Central
coloca para absolver circulante.
Tal
vez por ello, el presidente del Banco Central, Federico Surzenegger, o bien
faltó a la cita, o bien no fue invitado.
Ejes (dos)
El
segundo punto a observar es el “fortalecimiento institucional”. Para el
gobierno, la idea pasa por varios ejes, pero el principal es, sin dudas, el de
la transparencia en materia electoral.
Se
trata de una batalla que la administración Macri perdió. Aunque la perdió a
medias.
Quizás
porque avanzó demasiado. Quizás porque confió demasiado en las promesas de
algunos gobernadores justicialistas.
Lo
cierto es que el sistema de boletas para votar empleado en la Argentina no es
arcaico por pura casualidad. Es un mecanismo de filo fraude que emplean los
partidos políticos, el justicialista por lo general.
El
gobierno no pudo avanzar hasta la implementación del voto electrónico.
Kirchneristas y feudalistas provinciales se rasgaban las vestiduras ante una
remota posibilidad de hackeo.
Por supuesto que nunca les preocupó
el voto de ciudadanos paraguayos con documento argentino y domicilio en la
provincia de Formosa que solo pisan aquella provincia cuando deben cumplir con
su “obligación” de votar.
Para el gobernador vitalicio
Gildo Insfrán no se trata de fraude sino de genuina expresión popular… de
paraguayos de Paraguay.
Perdida, momentáneamente, la
batalla por el voto electrónico, que ya se utiliza en Salta y en la ciudad de
Buenos Aires, el gobierno debe implementar la boleta única papel, donde los
ciudadanos marcan su preferencia en una cartilla que les facilitan las
autoridades de mesa.
Pero el fortalecimiento electoral
no culmina en lo electoral. El enunciado debería abarcar la justicia, donde los
jueces K cumplen a rajatabla su tarea de asegurar impunidad para los
delincuentes del gobierno anterior.
Por ahora, de eso ni se habla.
Ejes (tres)
El
tercer punto es de por sí controversial. Se trata de “desarrollo humano”, algo
que quizás signifique política social. Se hace aún más nebuloso cuando el
gobierno lo presenta como “desarrollo humano sustentable”.
En
el populismo K, el capítulo se cerraba con subsidios de todo tipo, de los que
solo una parte terminaba en el bolsillo del supuesto beneficiario, mientras que
el resto hacía las delicias de Hebe de Bonafini, Luis D’Elía o Milagro Sala,
por solo citar tres ejemplos de la “nobleza K”.
Con
el gobierno actual, representa un reparto de dinero más equitativo entre las
llamadas “organizaciones sociales”, algunas sin pasado K y otras con sobre
abundante kirchnerismo en sus venas.
Como
hasta ahora solo se trató de distribuir dinero, se le agregó la calificación de
“sustentable”. Tal vez porque “financiable” resultaba incorrecto, políticamente
hablando.
Aquí
la administración hizo muy bien los deberes. Y ello le valió a la ministra
Stanley la consideración de la que goza frente al presidente Macri.
Sin embargo, la cosa no es tan
así a poco que se consideren otras variables del ahora llamado “desarrollo
humano”.
El
concepto como tal fue adoptado por el PNUD –Programa de las Naciones Unida para
el Desarrollo- que establece tres mediciones centrales para determinar el
Índice de Desarrollo Humano alcanzado por un determinado país.
Mediante
una fórmula polinómica une alfabetización, esperanza de vida e ingreso per
cápita. Luego establece, de manera arbitraria, hasta donde los resultados
indican un desarrollo humano alto, medio o bajo.
Sirve
pero no mucho. Indica el número de alfabetizados pero no el nivel de los
educandos. Indica el promedio del ingreso pero no la brecha entre ricos y
pobres.
De
allí que resulte preferible hablar de políticas sociales. Es decir de
educación, de salud y de bienestar.
De
momento poco y nada se avanzó en la materia a no ser por la contención de los
sectores de mayor vulnerabilidad sobre la base del asistencialismo monetario.
Ejes (cuatro)
Se
trata del desarrollo productivo. Sobre este punto, sin lugar a dudas la
solución del problema con los acreedores del país, la eliminación del cepo
cambiario y la eliminación o reducción de las retenciones agropecuarias produjo
una reactivación inmediata en el campo.
Hoy
la Argentina comenzó una cosecha de trigo que bien puede ser record y una
siembra de granos gruesos –fundamentalmente, soja y maíz- que va a dar que
hablar si las condiciones climáticas acompañan.
Frente
a un campo que reactiva las economías de las pequeñas ciudades y pueblos –con
excepción de la lechería, el ganado porcino y la fruta-, la industria y, en
menor medida, los servicios no recuperan aliento.
Difícil
determinar las causas en cada caso. Cierto es que la caída del PBI brasileño y
la competencia feroz de los productos chinos afectan casi al conjunto. Cierto
es que el consumo interno quedó restringido ante una año recesivo.
Pero
la industria nacional hace ya muchas décadas que, salvo excepciones, no es
competitiva. Los argentinos consumimos caro y malo. Pagamos por los textiles el
triple del valor internacional. Por los electrónicos, otro tanto. Por los
automotores, el doble. Por el petróleo, casi un ochenta por ciento más.
Solo
es barato, en la Argentina, aquello que el Estado subsidia. Y así no se puede
seguir.
Cambiar
el concepto de una industria protegida por el Estado a una industria
competitiva e innovadora, presupone el fomento de la inversión productiva y eso
implica reglas claras y permanentes.
Es algo extremadamente difícil de
creer cuando el principal sector opositor “moderado”, el Frente Renovador de
Sergio Massa, propone una absurda creación de 1,2 millones de empleos por
decreto.
De momento, sobre el tema, a
confiar en el plan de obras públicas que inundará de construcciones el país
entre febrero y marzo próximo y en un resultado electoral que confirme un rumbo
de la Argentina, luego del desaguisado K.
Ejes (cinco)
Como
punto cinco, la administración Macri eligió el tema de seguridad y
narcotráfico.
Se
trata de un capítulo paradojal. Es donde le va mal y sin embargo donde la
ciudadanía le reconoce el mayor esfuerzo.
Fácilmente
explicable. Todo el mundo acepta que, a diferencia del gobierno anterior, nacional
y provinciales, donde gobierno, jueces, policías y penitenciarios conformaban
buena parte del problema, en lugar de la solución, ahora resulta evidente que
el gobierno busca combatir las mafias en lugar de pactar con ellas.
No
es poca cosa. Pasamos de aliados a enemigos del narcotráfico y la ciudadanía lo
reconoce. No estamos bien pero peleamos.
Ejes (seis)
Por
último, la inserción en el mundo a la que el gobierno declara como inteligente.
Lo inteligente no es la forma de insertarse, sino la inserción en sí misma. Y
esa decisión es correcta.
Ahora
bien, la forma deja mucho que desear. La canciller Malcorra parecía que se
comía los “chicos crudos” pero no fue
así. Fracasó en su cruzada personal por convertirse en secretaria general de
las Naciones Unidas a la que prestó demasiada atención y ahora “se come” por
dormida, el pedido de libertad para Milagro Sala en la Comisión de Derechos
Humanos de la OEA.
En
síntesis, el cambio de paradigma frente al modelo K, con los seis ejes
señalados es plausible y deseable. Falla la “expertise”. Pero se puede superar.
* Periodista y Militante Radical en CAMBIEMOS.
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