MUNICIPIO DE MARCOS PAZ

sábado, 29 de agosto de 2015

Ninguna Resignación Frente al Fraude. Por Luis Domenianni.*

¿Qué se debe hacer frente a lo ocurrido en Tucumán? Nada que se parezca a aceptar con resignación como normal y natural algo que es delincuencial, tramposo y fraudulento.
Ahora, a la conocida faceta anti republicana del kirchnerismo, el gobierno tucumano agregó el cariz anti democrático.
Ya no se trata de formas que desvirtúan la institucionalidad para reemplazarla con una mal llamada democracia plebiscitaria, donde quién ganó la elección cree tener derecho a hacer cuanto le viene en ganas y a no rendir cuentas.
Ese estado de autoritarismo anti republicano corresponde al período que siguió la elección de Cristina Kirchner con el 54 por ciento de los votos. Todo el mundo presupone que dicho 54 por ciento no existió pero que el fraude de aquel momento solo fue de algunos “puntitos”.
Claro, los “puntitos” que posibilitaron luego armar el relato de la adhesión de la mayoría de los argentinos al “modelo”.
Que permitieron la patética fanfarronada del “vamos por más”. Que desembocaron en la impunidad presidencial y vice presidencial. Que transformaron al Congreso Nacional en una escribanía K. Y que nos llevaron a la situación actual de un país estancado, peleado con el mundo, con pocas reservas y alta inflación.
En todo caso, como consuelo de tontos, nos queda el que Cristina Kirchner, aunque sea por algo menos del 50 por ciento, ganó aquella elección y que la ventaja que obtuvo sobre quienes quedaron por detrás de ella fue más que significativa.
Pero, la faz final del esquema quedó al descubierto en Tucumán.
Allí las prácticas delincuenciales, fraudulentas y tramposas no solo quedaron de manifiesto, sino que fueron expuestas a la luz del día.
Ya no se trató de la pillería de algún puntero zonal o de algún caudillejo de pueblo. Eso existió como existe desde siempre hasta que alguna vez la decencia reine en este país. Fue mucho más. Fue el fraude organizado con la alteración de las actas de escrutinio.
Un fraude organizado de antemano cuando la selección de los presidentes de mesa recayó de manera sustancial en militantes de La Cámpora, apelativo que a esta altura del partido ya es sinónimo de falta de transparencia, de vale todo y de me llevo todo lo que puedo.
Como si eso fuese poco, el resto de los condimentos: quema de urnas, amenaza a fiscales opositores, armas en los locales, gendarmes heridos por intentar cumplir con su deber, robo de boletas, personas que cuando fueron a votar les dijeron que ya habían votado, urnas cargadas de antemano y, finalmente, represión policial desmedida y nada profesional contra personas que se manifestaban pacíficamente contra semejante atropello.
¿Qué se debe hacer? Votar de nuevo. Es la única manera de impedir –por el ejemplo- que los fraudes delincuenciales se generalicen. Si Juan Manzur, de quién ya hablaremos, asume en estas condiciones la gobernación de Tucumán, el fraude desembozado será norma.
Feudalismo revolucionario
               El norte argentino, tanto NOA como NEA, con alguna excepción en sus ciudades de mayor importancia, es terreno feudal. Allí, algún caudillo zonal, regional o provincial arma y sostiene un esquema de persistencia de la pobreza que es funcional y clave para un asistencialismo que permita alcanzar una clientela cautiva de votantes.
               Por supuesto que esto se rompe con desarrollo genuino. Con fuentes de trabajo, con buenos salarios, con inversión y con producción. Con transformación industrial de las producciones regionales. Con infraestructura. Con educación. Con capacitación.
               Es lo que no se hace. Se dice, pero no se hace. En lugar de ello, se monta un sistema de subsidios y de dádivas cuya contrapartida es el voto.
               Requiere, claro, de una tolerancia o, más vale, de un fomento por parte de las autoridades nacionales. Con un simple apriete de clavijas desde el gobierno nacional, el feudalismo norteño debería sortear enormes dificultades para subsistir.
               Acaso ¿Alguien duda sobre el origen de los fondos que permiten que Milagro Sala, o Gildo Insfrán o Alperovich mantengan y manejen sus respectivas clientelas? ¿Alguien cree que se trata de recursos genuinos obtenidos por sus organizaciones o sus provincias? Nadie, ni el más de los ingenuos.
               Detrás de ese feudalismo norteño, está la “revolucionaria” sureña y bonaerense Cristina Kirchner, cuyo marido, Néstor, también aplicó el “feudalismo revolucionario” cuando fue gobernador de Santa Cruz.
Tucumanazo
               Radical de origen, el gobernador José Alperovich, se afilió al justicialismo justo, pero justo, con la salida del gobierno de Fernando de la Rúa. Antes, como radical aún, integró, mediante un acuerdo político y como ministro de Economía, el gabinete del gobernador peronista Julio Miranda.
               No es el único radical devenido en kirchnerista que gobierna una provincia. También Maurice Closs, el gobernador de Misiones pegó el salto en el 2003. O Gerardo Zamora, el presidente provisional del Senado y ex gobernador de Santiago del Estero que aún se auto referencia como radical K.
               Pero si los demás no reniegan de su kirchnerismo, Alperovich comenzó a tomar distancia cuando Daniel Scioli fue ungido único candidato por el Frente para la Victoria. Alperovich se convirtió así en uno de los fogoneros de una especie de justicialismo anti K que cree llegada su hora si Scioli gana la presidencial.
               Alperovich pone en evidencia su deleznable fe de converso. Pasa de radical a kirchnerista con tal gala de genuflexión que su mujer, Beatriz Rojkés es designada presidente provisional del Senado y tercera en la línea de sucesión por detrás del impresentable Amado Boudou.
               Dicen que Alperovich se enojó mucho cuando su mujer fue reemplazada por el autodenominado radical K, Gerardo Zamora. No fue así. De radical a kirchnerista y, cuando el viento sopla en contra, a peronista. Justo con Scioli cuyos antecedentes de militancia justicialista son, más vale, muy escasos.
               De allí que no resulte extraño el desmadre de Tucumán. Al ningún apego a la transparencia de Alperovich se sumaron los intentos por ganar posiciones de La Cámpora y el kirchnerismo. Todo un cocktail explosivo que terminó en explosión.
               Y queda Juan Manzur, el “triunfante” candidato a gobernador. A coro con Alperovich dice que la oposición orquestó todo. Que él es inocente de todo. Así como Alperovich fue inocente de la represión sobre la plaza Independencia cuando no trepidó en echar las culpas sobre el jefe de Policía, al que no se atrevió a sustituir porque fue amenazado con un cuartelazo.
               ¿Qué decir de Juan Manzur? Que casi siempre fue funcionario público. Director de Epidemiología de la provincia de San Luis. Secretario de Salud del partido de La Matanza, Buenos Aires. Viceministro de Salud de San Luis. Ministro de Salud de Tucumán. Vicegobernador de Tucumán. Ministro de Salud de la Nación.
               Un curriculum que impresiona aunque, claro está, determina que siempre vivió de ingresos públicos. Entonces ¿Cómo puede ser propietario de una casa de 1.400 metros cubiertos en Tucumán? ¿Y cómo su declaración jurada de bienes muestra la pertenencia de varias propiedades, todas ellas valuadas en… cero pesos?
               Ahí se comprende todo. La dupla Alperovich-Manzur debe hacer cualquier cosa para no perder el poder, inclusive el fraude. Porque o es el poder o son los tribunales….
               Una voz sensata apareció entre tanta cacofonía oficialista. Fue la del fiscal general ante la Cámara de Apelaciones de Tucumán, Gustavo Gómez.
               ¿Qué dice Gómez? Que la Junta Electoral Provincial funciona con dos integrantes en lugar de tres como establece la ley. Que el titular del organismo que debe fiscalizar los comicios, el presidente de la Suprema Corte de la provincia, Antonio Gandur, incurrió en prejuzgamiento al adelantar que no hubo fraude pese a que recién comienza el escrutinio definitivo.
               Que la justicia federal investiga la existencia de decenas de DNI que habrían sido entregados por jueces de paz a unidades básicas del Frente para la Victoria antes de los comicios y con los que votaron miembros del kirchnerismo en sustitución de sus verdaderos titulares que cuando fueron a votar se encontraron con la respuesta “usted ya votó”.
Exactamente igual a la década del 30 con el llamado fraude patriótico de los conservadores.
Que también investiga la adulteración de padrones con ciudadanos que fueron incluidos en localidades donde no tienen domicilio y así posibilitar el doble voto.
Por todo ello y por la acumulación de denuncias, para Gómez, están dadas las condiciones para que se pida la anulación de los comicios.
Cristina y Scioli
               Cristina Kirchner al principio guardó silencio. Luego se enojó mucho por la represión, básicamente porque fue vista por millones de telespectadores.  No por el fraude, claro. Y finalmente, salió casi desesperada a pedir que la oposición reconociese el resultado. Otro tanto hizo Daniel Scioli.
               A ninguno de los dos se le ocurrió investigar. A ninguno de los dos se le ocurrió esperar el resultado del recuento definitivo. A ninguno de los dos se le ocurrió presionar al gobierno provincial para que llame de nuevo a elecciones. A ninguno de los dos se le ocurrió intervenir la provincia. A ninguno de los dos se le ocurrió siquiera, aguardar a que fuese completado el escrutinio provisional, que fue suspendido porque la adulteración de actas no resistía más.
               De Cristina Kirchner queda poco por decir. Nadie la imagina, ni los propios, como adherente a la transparencia, como defensora de la legalidad, como responsable por el buen funcionamiento institucional y republicano. Cristina Kirchner no sorprende a nadie. Para ella, todo lo anormal es pura normalidad.
               Daniel Scioli en cambio se debate en tratar de parecerse a alguien que va a cambiar todo, sin cambiar nada, y que lo va a hacer junto a los que no quieren cambiar un ápice. Con Tucumán quedó demostrado que solo le preocupa llegar al poder. Como sea y de la forma que sea.
               Es tal su ambición de poder que no trepida en abrazarse con Alperovich o en defender al indefendible Insfrán de Formosa.
               No vale la pena decir nada para Cristina. Ya se va. Pero vale la pena conocer mejor a Scioli. Porque pretende venir.
               Está dispuesto a todo. A darse abrazos con Axel Kicillof cuando la economía del país está paralizada. A darse abrazos con Aníbal Fernández que le pega en los talones. A someterse a la impiedad del kirchnerismo y La Cámpora. A negar el fraude electoral en Tucumán. A justificar los ataques contra Carlos Tévez porque solo contó aquello que vio en Formosa. A irse del país en plena inundación de su provincia.
               Eso es Scioli. Es el continuismo por omisión. Es el emergente de un país que trocó sus valores de movilidad social a través de la capacitación y el esfuerzo, por los subsidios al consumo, por el asistencialismo clientelar, por el fútbol para todos y por la farándula sostenida con créditos –a devolver nunca- del Estado.
               Tal vez si fuese posible continuar con este modelo ultraconservador y para nada progresista, Scioli sería el indicado para gobernar el país. Da el perfil. Sobre todo por aquello de deporte y farándula.
               Pero no. La fiesta terminó. Cristina Kirchner se gastó la plata. China se cayó, Rusia temblequea y Brasil entró en recesión. Ahora hay que gobernar en serio porque viene la época de las vacas flacas.
               Y hay que administrar la herencia K. El atraso cambiario, la falta de inversión, la caída de la producción, la precariedad laboral, la infraestructura obsoleta, el inevitable abandono de los subsidios al consumo que ya comenzó con un incremento sustancial de las tarifas de gas en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires.
               ¿Qué puede mostrar Scioli al respecto? Una muy mal administrada provincia de Buenos Aires que dependió siempre de los adelantos del Tesoro Nacional o de la autorización para endeudarse. Todo ello junto con fortísimos incrementos de los impuestos provinciales.
Nacionales
               El 25 de octubre próximo se llevarán a cabo las elecciones nacionales. De pronóstico incierto, dada la caída notoria del Frente para la Victoria, los hechos de Tucumán agravan el panorama.
               El gobierno se niega –aduce falta de tiempo, como si no hubiese gobernado 12 años- para introducir cambios en el sistema electoral. Tal vez resulte cierto que no se puede informatizar el voto. Pero, perfectamente se puede votar mediante la cartilla única entregada a cada elector para que marque su preferencia. Y evitar todo el papelerío de millones de boletas impresas que aumentan la posibilidad de fraude.
               Un elector, una cartilla, entregada por el presidente de mesa, para cada categoría. El electora marca su preferencia con una cruz en la casilla de Scioli, en la de Macri, en la de Massa, en la de Stolbizer, en la de Del Caño o en la de Rodríguez Saá y deposita la cartilla en la urna.
               Como se trata de una cartilla por categoría –presidente, diputado nacionales, provinciales, parlasur, etcétera- el recuento resulta sumamente sencillo. Se puede hacer. Se debe hacer. Aunque, por supuesto, no se hará.
               Para Scioli y para Fernández y para Cristina, es preferible que estén dadas todas las condiciones para el fraude. Millones de boletas, miles de fiscales y la ley del más fuerte.
               No se trata de fiscalizar bien o mal. Eso solo es complementario. Se trata de la responsabilidad del Estado y como tal de quienes gobiernan. No es el fiscal el que hace a la transparencia, es el gobierno, nacional, provincial o municipal.
Se trata de no hacer trampa. Porque eso es delito. Y quién comete un delito, es un delincuente. Quién lo apaña, quién lo consiente o quien lo ordena es un cómplice.
               Se llame, José Alperovich, Juan Manzur, Daniel Scioli o Cristina Kirchner.  

*Periodista y Militante Radical.

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